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jueves, 6 de septiembre de 2012

NUESTRA RELACIÓN CON EL MACROCOSMOS Y MICROCOSMOS

MACROCOSMO O MACROCOSMOS
m. El universo en su totalidad, especialmente cuando se le considera en comparación con el hombre, que se concibe como un microcosmos o pequeño universo. Se podría definir al macrocosmos como la totalidad del universo manifiesto, como una unidad que tiene vida y se encuentra en expansión.
La segunda forma no varía en pl.

MICROCOSMO O MICROCOSMOS

m. En ciertas doctrinas filosóficas, el ser humano como reflejo del universo o universo en miniatura: (el vudú se basa en la unión de microcosmos y macrocosmos.)
La segunda forma no varía en pl.
Ahora el microcosmos, sería aquello que compone al hombre, con semejanza de su creador y que a la vez es reflejo de su fuente que es el macrocosmos.


Ya la ciencia a través de la astrología, la cosmología en la parte exterior y la física cuántica en lo interior han conseguido muchos parecidos en estos mundos, que definitivamente están relacionados, a pesar de que existen muchos aspectos en ambos que todavía no se pueden explicar a la luz de las teorías científicas, más sin embargo no podemos decir que esos aspectos no existan.




Místicamente se afirma que el hombre es llamado el espejo del universo, imagen de Dios, y así el hombre repite en miniatura la evolución del universo.




Trasladando estos conceptos, a nuestro deseo de desenvolvimiento espiritual, es importante que comprendamos esta relación para ir abriendo cada vez más nuestra mente, haciéndonos más conscientes de nuestro entorno interior y exterior, para desarrollar esas otras partes de nosotros que han estado encerradas durante siglos: la intuición, la sensibilidad, la participación, la renuncia y por ende la unión con la gran corriente creadora.


 
Estas otras partes de nosotros no racionales percibirán con más claridad la relación intrínseca entre el macrocosmos y el microcosmos, entre lo de fuera y lo de dentro, entre lo que vivimos y necesitamos vivir.
 
Giordano Bruno fue el punto confluyente de los racionalistas Leibniz y Spinoza. En ambos la noción de infinito jugaba un papel crucial, tanto en lo tocante a las infinitas mónadas como en lo referente a la sustancia infinita. La tarea del nolano consistió en trasladar a la teología la revolución cosmológica copernicana. Su objetivo: sacar de quicio la ontología y la epistemología escolásticas, de cuño aristotélico, con el consiguiente retorno al platonismo.


A continuación un breve resumen de uno de sus diálogos.




Epístola proemial al Ilustrísimo Señor Michel de Castelnau.




Si yo, Ilustrísimo caballero, tratara con el arado, apacentara un rebaño, cultivara un huerto, arreglara un vestido, nadie me miraría, pocos me observarían, menos todavía me reprenderían y podría agradar fácilmente a todos. Pero por ser delineante del campo de la naturaleza, solícito del pasto del alma, deseoso del cultivo del ingenio y artesano de los hábitos del intelecto, resulta que quien me ha entrevistado me amenaza, quien me ha observado me ataca, quien me ha alcanzado me muerde, quien me ha comprendido me devora; no es uno solo, no son pocos, son muchos, son casi todos.




Si queréis entender cuál es la causa de esto, os diré que el motivo es el conjunto de la gente que me disgusta, el vulgo que odio, la multitud que me desagrada, una que me enamora: aquella por la que soy libre en la sujeción, contento en la pena, rico en la necesidad y vivo en la muerte; aquella por la que no envidio a los que son siervos en la libertad, sienten pena en los placeres, son pobres en las riquezas y muertos en la vida, porque en el cuerpo tienen la cadena que los ata, en el espíritu el infierno que los deprime, en el alma el error que los tiene enfermos, en la mente el letargo que los mata; sin magnanimidad que los eleve, sin generosidad que los ilumine, sin ciencia que los reanime.

Por eso sucede que no retiro, fatigado, el pie del arduo camino; ni bajo los brazos desidioso ante el trabajo que se presenta; ni vuelvo la espalda desesperado ante el enemigo que me ataca; ni deslumbrado aparto los ojos del divino objeto, mientras por lo general me veo considerado sofista, más empeñado en parecer sutil que en ser veraz; ambicioso, más afanoso por suscitar una nueva y falsa secta que por confirmar la antigua y verdadera; cazador que se va procurando un resplandor de gloria presentando tenebrosos errores; un espíritu inquieto que subvierte los edificios de las buenas disciplinas y se hace fundador de artificios de perversidad.




Ojalá, Señor, los santos númenes alejen de mí a todos aquellos que injustamente me odian; ojalá me sea siempre propicio mi Dios; ojalá me sean favorables todos los gobernadores de nuestro mundo; ojalá los astros me procuren tal semilla para el campo y campo para la semilla; que se muestre al mundo útil y glorioso fruto de mi esfuerzo despertando el espíritu y abriendo el sentido a quienes están privados de luz, igual que yo sincerísimamente no finjo y si estoy en el error, no creo en verdad errar; y cuando hablo y escribo, no disputo por amor a la victoria por sí misma (ya que considero enemiga de Dios, vilísima y sin pizca de honor toda reputación y victoria en la que la verdad está ausente), sino que por amor a la verdadera sabiduría y afán de la verdadera contemplación me fatigo, me aflijo y me atormento.




Así lo pondrán de manifiesto los argumentos demostrativos que dependen de razones vivas, las cuales derivan de un sentido regulado, informado por imágenes que no son falsas y que cual veraces embajadoras se desprenden de los objetos de la naturaleza haciéndose presentes a quienes las buscan, patentes a quienes las contemplan, claras a quien las aprehende, ciertas a quien las comprende.




Aquí, pues, os presento mi contemplación del infinito universo y los mundos innumerables.

Argumento del primer diálogo




Tenéis, pues, en el primer diálogo, primero que la inconstancia del sentido muestra que él no es principio de certeza y no la produce más que mediante una comparación y cotejo de un objeto de la sensación con otro y de un sentido con otro; y se concluye de qué manera la verdad está en sujetos diferentes.




En segundo lugar se empieza a demostrar la infinitud del universo y se aduce el primer argumento, sacado de que no saben dar un límite al mundo quienes por obra de la fantasía pretenden fabricarle murallas. En tercer lugar, del hecho de que es incorrecto decir que el mundo es finito y que está en sí mismo, porque eso conviene sólo al inmenso, se toma el segundo argumento. A continuación el tercer argumento se toma de la incorrecta e imposible imaginación del mundo como no ubicado en ningún lugar, porque se seguiría necesariamente que no existe, dado que toda cosa (sea corpórea o incorpórea; corporal o incorporalmente) está en un lugar. El cuarto argumento se recoge de una demostración o cuestión muy apremiante que plantean los epicúreos:




“Por otra parte, suponiendo finito todo el espacio existente, si alguien corriese hacia el borde extremo, a lo último, y desde allí lanzara un dardo volador, ¿qué prefieres decir, que irá a donde se le envíe, disparado con ímpetu vigoroso, o crees que algo podrá resistirle y oponerse a su curso?... Pues, tanto si hay algo que resista y se oponga a que el proyectil alcance y se clave en tal blanco propuesto, como si sale fuera, el punto de que partió no era el último”.




El quinto se toma del hecho de que la definición de lugar dada por Aristóteles no conviene al lugar primero, máximo y universalísimo y que no vale tomar la superficie próxima e inmediata al cuerpo contenido y otras ligerezas que hacen del lugar algo matemático y no físico. Además, entre la superficie del continente y la del contenido que se mueve dentro de ella se necesita siempre un espacio intermedio al que conviene ser más bien lugar; y si queremos tomar del espacio sólo la superficie, es preciso ir buscando infinitamente un lugar finito. El sexto se toma de que no se puede evitar el vacío afirmando que el mundo es finito, si vacío es aquello en lo que no hay nada.

El séptimo de que, así como el espacio en el que está este mundo se entendería vacío si en él no estuviera este mundo, también donde no está el mundo se entiende que está vacío. De este lado del mundo, por tanto, este espacio es indiferente de aquél; la capacidad, pues, que tiene éste la tiene aquél; por tanto tiene el acto, porque ninguna capacidad es eterna sin acto y por ello tiene el acto unido eternamente. Es más: ella misma es acto porque en la eternidad no hay diferencia entre ser y poder ser.

El octavo argumento se toma de que ningún sentido niega el infinito, dado que no lo podemos negar por el hecho que no lo comprendamos con el sentido; por el contrario, del hecho de que el sentido es comprendido por el infinito y la razón viene a confirmarlo, debemos afirmarlo. Es más, si seguimos considerando bien, el sentido lo afirma infinito, porque vemos siempre que una cosa está comprendida por otra y jamás percibimos ni con el sentido externo ni con el interno que una cosa no esté comprendida por otra o algo similar.




“En fin, ante nuestros ojos una cosa limita a otra; el aire circunscribe los montes y los montes el aire; la tierra amojona el mar, el mar a todas las tierras; pero más allá del todo nada hay que le ponga límites... Tan dilatadamente se abre a las cosas la inmensidad del espacio, sin límites, en todas direcciones”.




A partir, pues, de lo que vemos, debemos inferir antes el infinito, porque no se nos presenta nada que no esté limitado por otra cosa y no observamos nada que esté limitado por sí mismo. El argumento noveno lo tomamos de que no se puede negar el espacio infinito más que de palabra, como hacen los obstinados, una vez se ha considerado que el resto del espacio donde no hay mundo y que se llama vacío o se finge también nada, no es posible entenderlo sin capacidad de contener no menor que esta capacidad que contiene. El décimo de que igual que está bien que exista este mundo, no está menos bien que exista cada uno de los infinitos otros. El undécimo de que la bondad de este mundo no es comunicable a otro mundo que pueda existir, igual que mi ser no es comunicable al de éste o aquél. El duodécimo de que no hay razón ni sentido que no permita que exista un infinito corpóreo y explicado igual que se afirma un infinito indivisible, simplicísimo y complicante. El decimotercero de que este espacio del mundo, que a nosotros nos parece tan grande, no es ni parte ni todo en comparación con el infinito y no puede ser el objeto de una operación infinita, con respecto a la cual es un no ente lo que nuestra debilidad puede comprender. Así se responde a cierta observación que nosotros no afirmamos el infinito por la dignidad del espacio, sino por la dignidad de las naturalezas, puesto que por la misma razón por la que existe esto, debe existir cualquier otra cosa que pueda existir, cuya potencia no está actualizada por el ser de éste, igual que la potencia del ser de Elpino tampoco está actualizada por el acto del ser de Fracastoro. El decimocuarto de que si la potencia activa infinita actualiza el ser corporal y dimensional, éste debe ser necesariamente infinito; de lo contrario se empobrece la naturaleza y dignidad de quien puede hacer y de quien puede ser hecho. El decimoquinto de que el universo en la concepción vulgar no se puede decir que comprenda la perfección de todas las cosas de manera distinta a como yo comprendo la perfección de todos mis miembros y cada globo todo lo que hay en él; es como decir que es rico todo aquel al que no falta nada de lo que tiene. El decimosexto de que el infinito eficiente sería necesariamente deficiente sin el efecto y no podemos concebir que tal efecto infinito sea sólo él mismo. A esto se añade que por eso, si fuera o si es, nada se quita de lo que debe ser en aquello que es verdaderamente efecto y que los teólogos denominan acción ad extra y transitiva, además de la inmanente, porque conviene que sea tan infinita la una como la otra.




El decimoséptimo argumento se toma de que si decimos que el mundo es ilimitado se sigue la paz del entendimiento con nuestro modo de pensar, mientras que del modo contrario se siguen siempre innumerables dificultades e inconvenientes. Se repite, además, lo que se ha dicho en el segundo y en el tercero. El decimoctavo de que si el mundo es esférico, entonces tiene una figura y un límite y ese límite que está más allá de este mundo limitado y figurado (aunque quieras llamarlo “nada”) tiene también una figura, de suerte que su concavidad está unida a la convexidad de éste, ya que donde comienza tu nada es una concavidad que no se diferencia en nada de la superficie convexa de este mundo. El decimonoveno se añade a lo que se ha dicho en el segundo. En el vigésimo lugar se repite lo que se ha dicho en el décimo.




En la segunda parte de este diálogo lo que se ha demostrado por la potencia pasiva del universo se muestra por la potencia activa del eficiente con varias razones, la primera de las cuales se coge de que la potencia divina no debe estar ociosa y tanto más afirmando un efecto exterior a la propia sustancia (en el caso de que algo pueda serle exterior) y que no está menos ociosa y envidiosa produciendo un efecto finito que no produciendo nada. Se coge la segunda de la práctica, porque la opinión contraria elimina la razón de la bondad y grandeza divinas y de la nuestra no se sigue inconveniente alguno contra ninguna ley ni dogma teológico. La tercera es convertible con la duodécima de la primera parte y se aduce la diferencia entre el todo infinito y lo totalmente infinito. La cuarta se toma de que la omnipotencia resulta censurada por haber hecho el mundo finito y ser agente infinito, no menos por no querer que por no poder. La quinta infiere que si no hace el mundo infinito, no puede hacerlo; y si no tiene potencia para hacerlo infinito, tampoco puede tener vigencia para conservarlo infinitamente; y que si él es finito en un aspecto, vendrá a ser finito en todos los aspectos porque en él todo modo es una cosa y toda cosa y modo es una e idéntica con otra y otro. La sexta es convertible con la décima de la primera parte. Y se aduce la causa por la que los teólogos defienden lo contrario no sin un motivo conveniente; y se habla también de la amistad entre estos sabios y los filósofos sabios.




La séptima se toma de proponer la razón que distingue la potencia activa de las diferentes acciones y de disolver tal argumento. Además se muestra la potencia divina intensiva y extensivamente de manera más egregia de lo que el conjunto de los teólogos haya hecho jamás. Por la octava se muestra que el movimiento de los infinitos mundos no proviene de un motor extrínseco, sino del alma de cada uno y cómo a pesar de todo existe un motor infinito. Por la novena se muestra cómo se verifica en cada uno de los mundos el movimiento intensivamente infinito, a lo que se debe añadir del hecho de que un móvil se mueva y se haya movido en un instante se sigue que se pueda mover en cualquier punto del círculo que hace con el propio centro; y en otra ocasión resolveremos esta objeción cuando nos esté permitido presentar la doctrina con mayor detalle.

... Salido de prisión angosta y negra,


donde por luengos años error me tuvo atado,
aquí dejo las cadenas que me impuso
la mano de mi enemiga cruel y fiera.



Entregarme a la noche tarde oscura


ya no podrá, pues quien venció
al gran Pitón y con su sangre tiñó
las aguas del mar, ha apagado mi Megera.
 
A ti me vuelvo y alzo, mi voz nutricia;
gracias te doy, sol mío, mi luz divina;
te consagro mi corazón, excelsa mano
 
que me apartaste de aquel tormento atroz,
que a mejor estancia me hiciste guía
y el corazón contrito me volviste sano.



Giordano Bruno. Del infinito, el universo y los mundos.


 
 
Los más famosos kabalistas occidentales, tanto de la Edad Media como de la Moderna, representan o simbolizan el Microcosmos por medio del pentagrama o estrella de cinco puntas, y el Macrocosmos por el doble triángulo o estrella de seis puntas. Eliphas Levi (el abate Constant) y creemos que también Kunrath, uno de los más insignes ocultistas de pasados tiempos, dan la razón de ello.
En la obra Rosacruces de Hargrave Jermings aparece la exacta relación del Microcosmos con el hombre en el centro del pentagrama. Se necesitaría un espacio mucho más amplio del que nos consiente un artículo para explicar con toda claridad el esoterismo de ambos símbolos.
Los genuinos kabalistas occidentales saben que el Espíritu y la Materia están simbolizados por los respectivos colores de los dos triángulos enlazados, sin relación alguna con las líneas o lados de los triángulos.
El filósofo kabalista y hermético considera trino todo cuanto existe en la Naturaleza; cada cosa es una multiplicidad y una Trinidad en la Unidad, por lo que representa estos aspectos por medio de figuras geométricas. Dice Platón que “Dios geometriza. Los Tres Rostros kabalísticos son las Tres Luces y las Tres Vidas de Ain –Suph (el Parabrahman de los occidentales) llamado también el invisible Sol central. El Universo es su Espíritu, Alma y Cuerpo, sus Tres emanaciones.
Esta Trina Naturaleza, la puramente Espiritual, la puramente Material y la intermedia (o Materia imponderable que constituye el Alma Central del hombre) está representada por el triángulo equilátero, cuyos tres lados iguales simbolizan que dichos Tres Principios están difundidos por todo el Universo en la misma proporción y que son eternos y coexistentes, según la ley natural de equilibrio perfecto.
Así vemos que, con leve variación, la simbología occidental es la misma que la de los arios. El doble triángulo que simboliza el Macrocosmos o Universo mayor entraña las ideas de Unidad, de Dualidad (en los dos colores y los dos triángulos) de Espíritu y Materia, de Trinidad, de la Tetraktys pitagórica, del cuadrado perfecto, hasta el dodecágono y el dodecaedro.
Los antiguos kabalistas caldeos, maestros e inspiradores de la Kábala judía, no tuvieron el antropomórfico concepto de Dios que se advierte en el Antiguo Testamento y subsiste en nuestros días. Su Ain–Supl, ilimitado e infinito, “tiene y no tiene forma” según dice el Zohar, aunque después explica esta aparente contradicción añadiendo: “El invisible asumió forma al poner el Universo en existencia”.
Esto equivale a la idea puramente panteísta de que sólo es posible concebir a Dios en la naturaleza objetiva.
Los tres lados de los triángulos simbolizan para los ocultistas, lo mismo que para los arios, el Espíritu, la Materia y la Naturaleza intermedia (identificada en su significado con el espacio), así como también simbolizan las Energías Creadora, Conservadora y Destructora representadas en las Tres Luces.
La Primera Luz infunde vida inteligente y consciente en todo el Universo, en correspondencia con la Energía Creadora. La Segunda Luz construye incesantemente formas con la Materia Cósmica preexistente dentro del círculo cósmico y por ello es la Energía Conservadora. La Tercera Luz produce el conjunto universal de la materia física densa, que según se aparta de la céntrica Luz espiritual, pierde su brillantez y se convierte en tinieblas o en mal, que conduce a la muerte, por lo que es la Energía Destructora manifestada en lo mudable y perecedero de las formas. Los Tres Rostros kabalísticos del Anciano de los Ancianos que sin embargo no tiene rostro, son las divinidades arias llamadas Brahma, Vishnu y Shiva.
El doble triángulo de los kabalistas está inscrito en un círculo formado por una serpiente que se muerde la cola (el emblema egipcio de la Eternidad) y a veces en un sencillo círculo geométrico.
La única diferencia entre los símbolos oriental y occidental del doble triángulo –según explica Krishna Shankar Laishankar en el artículo publicado con el mismo título que el presente– consiste en omitir el profundo significado de lo que dicho autor llama el Cenit y el Cero.
Según los kabalistas occidentales, el vértice superior del triángulo blanco se pierde en el Cenit (1), en el Mundo de pura Espiritualidad o inmaculado Espíritu, mientras que el vértice inferior del triángulo negro se pierde en el nadir y simboliza, según prosaica expresión de los ocultistas medievales, la materia grosera, los desechos del Fuego Celestial (el Espíritu) caídos en el vórtice de aniquilación, en el mundo inferior, donde las formas y la vida senciente se dispersan para retornar a su fuente originaria, la Materia Cósmica. Según las enseñanzas puránicas, el punto central “es la sede de Brahma Avyakta o Divinidad inmanifestada”.
En efecto, como el punto geométrico carece de dimensiones, es un símbolo apropiado del invisible Sol central, de la Luz de la Divinidad inmanifestada; pero los ocultistas trazan en la figura, en vez del punto geométrico, la Cruz Ansata o la Tau Egipcia, en cuya parte cenital dibujan un círculo como símbolo del ¡limitado e increado espacio. Así modificada, la Tan Egipcia tiene casi el mismo significado que la cruz mundana de los antiguos herméticos egipcios, o sea una cruz inscrita en un círculo.
Por lo tanto, es erróneo decir que el doble triángulo sólo simboliza el Espíritu y la Materia, pues contiene muchos otros símbolos. Dice nuestro crítico: Si el doble triángulo sólo representa el Espíritu y la Materia, no se explica ni se rebate la objeción de que con dos lados no es posible trazar un triángulo, ni que el Espíritu y la Materia estén simbolizados por la distinción de blanco y negro de dos triángulos.
Creyendo ya haber explicado suficientemente algunas dificultades y expuesto que los kabalistas occidentales siempre vieron la Trinidad en la Unidad y la Unidad en la Trinidad, podemos añadir que los pitagoricos rebatieron ya, hace 2500 años, la objeción levantada por el autor de las precedentes palabras.
La idea cardinal de los pitagóricos era que, bajo las fuerzas y cambios fenomenales del Universo, subyace un permanente principio de Unidad. Los Sagrados Números de dicha escuela no incluyen el Dos o la Duada, pues los pitagóricos no reconocían este número ni como idea abstracta, fundándose en que geométricamente es imposible construir una figura con sólo dos líneas rectas; por tanto no puede identificarse el número dos con ninguna figura geométrica plana o sólida para simbolizar la Unidad en la multiplicidad, como puede simbolizarla una figura poligonal.
Así es que los pitagóricos no consideraban el Dos como Número Sagrado, porque representado en geometría por dos líneas horizontales = y en numeración romana por dos verticales II, y careciendo la línea de anchura y profundidad, sin otra dimensión que la longitud, era necesario añadirle al dos otra unidad para emplearlo simbólicamente en figura de triángulo.
Así resulta evidente por qué los herméticos emplearon dos triángulos enlazados para simbolizar el Espíritu y la Materia (el Alfa y el Omega del Kosmos) y representaron el triángulo que simboliza el Espíritu de color blanco y el de la Materia, de color negro. En cuanto a la pregunta de que si el vértice del triángulo blanco que se dirige hacia arriba simboliza el Espíritu, ¿qué simbolizan los otros dos vértices del triángulo blanco?, responderemos que, según los kabalistas, simbolizan el Espíritu caído en la generación, es decir, la pura Chispa Divina mezclada ya con la materia del mundo fenomenal.
La misma explicación conviene al simbolismo de los dos vértices de la base del triángulo negro, cuyo tercer vértice representa la progresiva densificación de la Materia.
Por otra parte, decir que “toda idea de ascenso y descenso, de arriba y de abajo en el sublime concepto del Kosmos no sólo es repulsiva sino falsa”, equivale a negar la posibilidad de que una idea abstracta esté simbolizada por una imagen concreta.
Entonces, ¿Por qué no invalidar toda clase de signos, incluso los de Visnú y las eruditas explicaciones puránicas que de ello nos da el autor? Lo anteriormente expuesto da la clave de la fórmula pitagórica de la Unidad en la multiplicidad, del Único manifestado en muchos.
Esta idea está simbolizada en la Década (1+2+3+4=10) lejos de ser repulsiva es positivamente sublime. El Uno es la Divinidad. El Dos es la Materia, que por sí misma no puede ser una entidad consciente (2). El Tres (el triángulo) resulta de la combinación de la Mónada y la Duada, participa de la naturaleza de ambas y es la Tríada o mundo fenomenal. La Tétrada o sagrada Tetraktys es la forma de la Perfección para los pitagóricos y expresa o simboliza al propio tiempo la ilusión fenomenal o Maya–La Década o suma total simboliza el Kosmos.
Decimos en Isis sin Velo: “El Universo es la combinación de mil elementos; y sin embargo la expresión de un solo Elemento: del Espíritu o Absoluta Armonía. Es un caos para los sentidos y un perfecto Kosmos para la razón”.
Pitágoras aprendió filosofía en la India y de aquí la similitud entre las ideas fundamentales de los antiguos Iniciados brahmánicos y las de los pitagóricos. Al definir al Shatkon dice el autor que “representa el gran Universo (Brahmanda), el ilimitado Mahakasha, con todos los mundos estelares en él contenidos”. Con esto no hace más que repetir, en diferentes palabras, la explicación dada por Pitágoras y los filósofos de la estrella hexagonal o doble triángulo, como anteriormente indicábamos.
En cuanto a los restantes tres puntos de los dos triángulos, los tres lados de cada uno de ellos y el círculo en que están inscritos, como quiera que los herméticos simbolizaban todas las cosas visibles e invisibles, no podían menos que simbolizar completamente el Macrocosmos.
Los pitagóricos incluían en su Década todo el Kosmos, pero aún reverenciaban mayormente el número Doce, porque representaba la sagrada Tetraktys multiplicada por tres, de donde resulta una Trinidad de cuadrados perfectos llamados Tétradas.
Los filósofos herméticos u ocultistas, siguiendo los pasos de los antiguos Maestros pitagóricos, representaron el número Doce en el doble triángulo, el Macrocosmos, e incluyeron en él el pentagrama o Microcosmos, al que dieron el nombre de Universo menor.
Dividiendo las doce letras de los ángulos externos en cuatro grupos de tríadas o tres grupos de tétradas, obtuvieron el dodecágono, un polígono regular de doce lados iguales con doce ángulos también iguales, que para los antiguos caldeos simbolizaban los doce Dioses mayores, y para los kabalistas hebreos los diez Sephiroth o Potestades Creadoras de la Naturaleza emanados de Sephira (la Divina Luz) que era jefe de los Sephiroth, emanada a su vez de Hakoma, la Suprema e Inmanifestada Sabiduría, y de Ain –Suph el infinito, esto es, tres grupos de tríadas de Sephiroth, y una cuarta tríada constituida por Sephira, Ain –Suph y Hakoma, que “no puede comprenderse por reflejo” y que “está oculta dentro y fuera del cráneo de Rostro Largo”, según consta en el Idra Rabba.
La cabeza superior del triángulo de arriba forma los Tres Rostros kabalísticos que constituyen los doce. Además, las doce figuras dan dos cuadrados o la doble Tetraktys que en la simbología pitagórica representan los mundos físico y espiritual. Los dieciocho ángulos internos y los seis centrales dan además de veinticuatro, dos veces el Sagrado Número Macrocósmico; también las veinticuatro Divinas Potestades Inmanifestadas.
Dice Jámblico que “las Divinas Potestades se indignan contra quienes revelan la manera de inscribir en una esfera el dodecaedro, uno de los cinco cuerpos sólidos geométricos, compuesto por doce pentágonos regulares”.
El pentagrama situado en el centro del doble triángulo da la clave del significado para los filósofos herméticos y los kabalistas. Tan conocido es este doble signo que se ve en la entrada de los templos budistas, en las lamaserías y en los relicarios del Tíbet.
Los kabalistas medievales nos dan en sus escritos el significado del doble triángulo con el pentagrama central. Dice Paracelso: “El hombre es un Microcosmos contenido en el interior del Macrocosmos, como un feto sostenido por sus Tres principales Espíritus en la matriz del Universo”.
 
Estos Tres Espíritus son dobles, a saber:
 
1º. El Espíritu de los elementos (cuerpo terrestre y Principio Vital).
2º. El Espíritu de las estrellas (el cuerpo astral y la Voluntad que lo gobierna)
3º. El Espíritu del mundo espiritual (las Almas animal y Espiritual). El séptimo Principio es un espíritu casi inmaterial, el divino Augoeides, el Âtma, representado por el punto central, que corresponde al ombligo humano. Este séptimo Principio es el Dios personal de cada hombre, según dicen los ocultistas orientales y occidentales.
 
Al hablar de los cinco triángulos compuestos de cinco veces cinco o veinticinco puntos, dice el aludido autor que el pentagrama es un “número correspondiente con los veinticinco elementos constitutivos del ser humano”.
Supongamos que el autor entiende por elementos lo que los kabalistas decían cuando enseñaban que las emanaciones de las veinticuatro Potestades Divinas e inmanifestadas, que con el inexistente o céntrico punto son veinticinco, constituyen un perfecto Ser Humano.
Sin discutir el relativo valor de las palabras elementos y emanación, y teniendo en cuenta la observación adicional del autor de que “toda la figura” del Microcosmos es “el signo de Brahma o la deificada Energía Creadora”, resulta esta afirmación incongruente con el parecer de eminentes herméticos y kabalistas, para quienes las cinco puntas del pentagrama simbolizan los cinco miembros cardinales del cuerpo humano.
Aunque no pertenecemos a la escuela kabalística occidental, afirmamos que tienen razón en este punto, porque si los veinticinco elementos representados por la estrella de cinco puntas constituyen un ser humano, dichos elementos han de ser vitales, ya sean mentales o físicos, y si la figura simboliza la Energía Creadora, el concepto kabalístico resulta reformado. Los cinco elementos groseros: tierra, agua, fuego, aire y éter, entran en la constitución del hombre, y lo mismo da decir cinco órganos de acción que cinco miembros o cinco sentidos.
En el Codex Nazaræus, el libro más kabalístico, Mano, el supremo rey de Luz y jefe de los Eones, emana de sí los cinco Eones que con Mano y el Señor Ferho (la Vida ignota y sin forma de la que surgió Mano) forman los siete, que simbolizan los siete Principios constituyentes del hombre. Los cinco inferiores son puramente materiales y semimateriales y los dos superiores casi inmateriales y espirituales.
De cada uno de los siete Eones surgen cinco refulgentes rayos de luz, y en todos los antiguos ejemplares del Codex Nazaræus se ve que la cabeza, brazos y pies del hombre, están simbolizados en las cinco puntas del pentagrama. (Elena P. Blavatsky)
NOTAS
(1)
En la pirámide egipcia tiene el mismo significado. El notable arqueólogo francés, Dr. Rebold demuestra la gran cultura de los egipcios de 5000 años antes de la Era Cristiana, al afirmar, apoyado en varias autoridades, que en aquel tiempo existían no menos de treinta o cuarenta colegios de Iniciados que estudiaban Ciencias Ocultas y Magia práctica.
(2)
Compárese este concepto de los pitagóricos con el del sistema Sankia de Kapila, en el que Purusha y Prakriti sólo pueden manifestarse en el mundo sensorio cuando están combinados el uno con el otro.
 

1 comentario:

  1. Hay muchas cosas interesantes para reflexionar; pero me parece que sobran palabras.
    Creo que somo como una gota de agua en el Mar.
    Somos parte de Dios; pero como las gotas que se evaporan y caen a la Tierra en forma de lluvia, dan lugar a lagos, lagunas, ríos, cascadas etc. o sirven de alimento a los seres vivos.
    Algunas caen en el lodo o el excremento y se contaminan; pero después de la muerte, pueden servir de alimento o retornar al mar y volver a ser parte de Dios.
    No se que opinen; pero si actuamos de a mejor manera posible, decimos la verdad y no perjudicamos a nadie sin motivo, viviremos y conviviremos de una mejor manera y desaparecerán la ignorancia y la pobreza.

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