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viernes, 29 de julio de 2011

RENE GUENON Y LA MASONERÍA PARTE 1

RENÉ GUÉNON Y LA MASONERIA
PARTE 1


Uno de los temas de investigación sin duda apasionantes entre los muchos que ofrece la obra de René Guénon es, precisamente, el que nos toca desarrollar en estas páginas: la influencia de dicha obra en la Masonería, sabiendo de antemano que no podemos abordar, por razones obvias, todo lo que Guénon dijo al respecto, que fue mucho y muy importante. Esto nos obliga a ser necesariamente sintéticos en nuestra exposición, y a señalar tan sólo una serie de puntos que nos parece pudieran ofrecer una visión global de lo que el mensaje guenoniano representa para la Masonería, una de las pocas vías iniciáticas que todavía sobrevive en Occidente.

Y cuando hablamos de esa influencia lo hacemos sabiendo que la obra legada por Guénon, en su conjunto, constituye no la exposición de una forma tradicional cualquiera, sino que se trata de la adaptación a nuestra época de la doctrina metafísica y la cosmogonía perenne, cuya depositaria no es otra que la Tradición primordial, también llamada Tradición unánime y universal, pues su origen es no-humano, o mejor aún supra-humano, por ser la expresión misma de la Verdad y la Sabiduría eternas. Para Guénon, todas las formas tradicionales (incluidas las que tienen dentro de sí un componente religioso o exotérico) derivan de esa Tradición primigenia, y de ella extraen su legitimidad en tanto que tales formas. Esto incluye, naturalmente, a la tradición masónica, según confirman las distintas leyendas en donde se relatan sus orígenes míticos, así como sus códigos simbólicos y sus ritos iniciáticos, los cuales constituyen sus señas de identidad y su razón misma de ser. Quizás fue la existencia de esos códigos la razón principal del interés mostrado siempre por Guénon hacia la Masonería, interés que, además, estaba plenamente justificado por el hecho de que ésta, lejos de encontrarse en pleno vigor, se hallaba sumergida en una profunda decadencia que la conducía de manera inexorable al borde de su desaparición como tal organización iniciática, y por tanto de ser completamente absorbida por el mundo profano. 
  
En efecto, a principios de siglo, cuando Guénon comienza a escribir sus primeros artículos en la revista "La Gnose" (precisamente en la época en que recibe la iniciación islámica, la taoísta y la masónica), la Masonería estaba sufriendo la misma suerte que antaño corrieron otras organizaciones iniciáticas y tradicionales de Occidente, como fue el caso de la Orden del Temple y la Orden Rosa-Cruz, a las que más adelante nos referiremos. La incomprensión de que eran objeto los símbolos y los ritos por la mayoría de sus miembros era la causa principal de esa decadencia, que para Guénon ya comienza cuando a principios del siglo XVIII la Masonería pierde gran parte de su antiguo carácter operativo (heredado de los constructores y cofradías artesanales de la Edad Media) al hacerse predominante en ella lo "especulativo", que lejos de constituir, como señala el propio Guénon, "un progreso, implica, no una desviación propiamente dicha, sino una degeneración en el sentido de un aminoramiento, que consiste en la negligencia y el olvido de todo lo que es realización, porque es esto lo verdaderamente 'operativo'". 
Ese olvido sería entonces el verdadero origen de lo "especulativo" dentro de la Masonería (o de la preponderancia de éste en detrimento de lo operativo, pues ambos no tienen por qué excluirse, como no se excluyeron en la antigua Masonería, en donde lo especulativo se correspondía con la iniciación virtual y lo operativo con la realización efectiva), lo cual no quiere decir que ésta haya tomado definitivamente una forma "especulativa", pues esto significaría afirmar que sus símbolos son sólo "teoría", y no contuvieran, como de hecho contienen, los elementos necesarios para la realización espiritual. Como antes hemos dicho, lo "especulativo" es sólo un punto de vista, por otro lado insuficiente, por su carácter mental y reflejo, para efectuar el paso de la "potencia al acto", de lo virtual a lo efectivo, o como se dice en lenguaje masónico, para ir de las "tinieblas a la luz". Esto ha de quedar bien claro si se quiere comprender lo que para Guénon significaba realmente la Masonería, pues más allá del estado de degeneración en que, por las circunstancias que fuesen, se encuentra una organización iniciática, esto "no cambia nada de su naturaleza esencial, y asimismo la continuidad de la transmisión es suficiente para que, si circunstancias más favorables se presentaran, una restauración sea siempre posible, debiendo ser necesariamente concebida esta restauración como un retorno al estado 'operativo' ". Por ello él insistió, casi cada vez que abordaba el tema masónico, en señalar las diferencias existentes entre lo "operativo" y lo "especulativo", pues es ésta una cuestión de capital importancia que debe ser entendida claramente si se desea comprender la verdadera naturaleza de la iniciación masónica, o mejor aún, de la iniciación considerada en ella misma, al margen de la forma tradicional a través de la cual se exprese. Para Guénon lo "operativo" no es sinónimo de trabajo manual, ni tampoco de "práctica", sino más bien de trabajo interior, en el sentido alquímico del término, es decir de lo que el ser pueda hacer consigo mismo en vistas al cumplimiento de su propia realización espiritual, que es lo que realmente importa, no siendo el trabajo manual sino un soporte como otro cualquiera para efectuar dicha realización. No es entonces por casualidad que tanto la Masonería, como la tradición Hermética, también se denomine el "Arte Real", idéntico a la "Gran Obra" de la transmutación alquímica. Las "herramientas" de ese trabajo interior no son otras que los ritos y los códigos simbólicos, su práctica, estudio y meditación, pues ellos vehiculan las ideas de orden cosmogónico y metafísico cuyo conocimiento efectivo determinará el grado del desarrollo del ser y la vinculación con su Principio uno y eterno.  
Sin embargo, si los símbolos y los ritos, o la energía espiritual que vehiculan y de la que son el soporte, no son "vivificados" por el Espíritu, esto es, si no actualizan y promueven la búsqueda del Conocimiento, que es en definitiva de lo que se trata, la iniciación masónica será tan sólo "virtual", y entonces sí que podrá llamarse "especulativa", pero no en ella misma, sino con respecto a quien así la considere. Es bastante probable que para la mayoría de masones de hoy en día su Orden no sea sino eso: "especulativa", o teórica, sin relación alguna, o en cualquier caso reducida al mínimo, con cualquier tipo de realización interior, que incluye el desarrollo de las posibilidades de orden universal y trascendente inherentes a la naturaleza humana. Pero la obra guenoniana va dirigida sobre todo a aquellos masones que realmente se entregan a la búsqueda del Conocimiento, esperando encontrar en los símbolos y ritos masónicos las enseñanzas y los métodos necesarios para hacer efectiva su iniciación. Es decir, a los que se sienten a sí mismos herederos de su legado tradicional, y se muestran receptivos a su mensaje, considerando que está vivo y que es actuante (y no una reliquia del pasado trasnochada y anacrónica), y además sabiendo con certeza, y esto es esencial, que dicho legado forma parte de la "cadena áurea" o Philosophia Perennis directamente emanada de la Tradición primordial.
  
Por consiguiente, es partiendo de una toma de conciencia de la verdadera universalidad de los símbolos y los ritos masónicos, que se puede acometer cualquier labor encaminada a recuperar, en la medida de lo posible, los elementos doctrinales que se han perdido, o han sido alterados, con el paso de lo operativo a lo especulativo. Y es en este punto preciso donde la obra de Guénon adquiere su verdadera función con respecto a la Orden masónica, ofreciéndole a esos masones vinculados con el Espíritu de su tradición las "líneas maestras" a partir de las cuales realizar esa labor restauradora. Si la obra que nos ha legado ha sido considerada como "providencial" para la Orden masónica es por una razón fundamental: porque restituye el sentido original de sus símbolos y sus ritos, que constituyen la doctrina y el método masónico respectivamente, integrándolos dentro de la Cosmogonía Perenne, afín a todas las formas tradicionales. De ahí también que cualquier tentativa que se haga para recuperar la "operatividad" del simbolismo masónico haya de pasar necesariamente por un conocimiento previo de aquella obra, en la que se encontrará todo lo imprescindible para que dicha tentativa dé sus frutos y se haga realidad, lo cual incluye, naturalmente, el conocimiento de otras tradiciones distintas a la Masonería, pero idénticas a ella en lo esencial. Esto es perfectamente normal e incluso necesario, pues admitiendo la universalidad y sacralidad de los códigos simbólicos de todas las tradiciones, aún vivas o ya desaparecidas, el conocimiento de dichos códigos es desde luego de una ayuda inestimable para comprender el propio simbolismo  masónico. La misma obra de Guénon es un ejemplo, e incluso un modelo, de lo que decimos, pues en ella constantemente se hace referencia a las relaciones, reciprocidad y correspondencia entre las diversas doctrinas tradicionales, en su identidad a través de sus símbolos, ritos y mitos, haciéndonos ver que todas esas doctrinas derivan, gracias precisamente a esa identidad, de una sola y única Doctrina o Tradición. Esa obra no es la de una individualidad (en todo caso ésta fue tan solo el soporte), sino la de una función tradicional, que Guénon "encarnó" por razones que nunca sabremos (ni tampoco importan demasiado), pues como se dice en las Escrituras "el Espíritu sopla donde quiere", cómo y a quién quiere. Y también que "los caminos del Señor son inescrutables". En lo que concierne a la doctrina puramente metafísica y a los símbolos fundamentales de la cosmogonía, Guénon fue un fiel intérprete de la Tradición, el más importante de nuestro siglo, y sus limitaciones en este caso eran las que le imponían el propio lenguaje humano, que como tantas veces él mismo dijo, se muestra incapaz, por su forma analítica y discursiva, de expresar en toda su amplitud las verdades universales, que son de orden supra-humano, y que por tanto sólo pueden ser aprehendidas mediante la "intuición intelectual", a cuyo despertar contribuye principalmente el símbolo y lo que él revela. Guénon no se cansó de repetir que el mensaje tradicional no es sistemático, es decir que no se presta a ningún tipo de clasificación racional y mental, pues el objeto mismo de ese mensaje es el mundo de las ideas y de los arquetipos, es decir de las posibilidades de concepción verdaderamente ilimitadas, que naturalmente están por encima de cualquier sistema o forma, que siempre tiende a la limitación más o menos estrecha. 
Por tal motivo, Guénon consideraba muy importante la creación de logias centradas en la investigación de los símbolos y los rituales, para lo cual es imprescindible que los integrantes de esas logias posean conocimientos doctrinales lo suficientemente amplios y profundos para que dicha labor de los frutos apetecidos, y permita que lo que estaba "disperso" sea de nuevo "re-unido", lo que sería conforme a uno de los principios básicos de la Masonería, que consiste en "difundir la luz y reunir lo disperso". Podemos decir que la obra de Guénon, en la medida en que ella es la expresión de los principios e ideas universales, puede verse como esa "luz" clarificadora que la Masonería necesita como guía para remontar la curva descendente en que se encuentra en la actualidad. Y aquí queremos recordar aquella expresión hermética que afirma que "cuando todo parece perdido es cuando todo será salvado". Y aunque esta expresión se refiera a un determinado momento del proceso mismo de la iniciación, también se puede extrapolar al conjunto entero de una tradición, en este caso de una organización que precisamente es iniciática, que aunque en lo esencial ella siga siendo tan virginal como en sus orígenes (lo que hace posible que, a pesar de todo, continúe transmitiendo la influencia espiritual a quien esté capacitado para recibirla), sin embargo, en tanto que la institución, está inevitablemente sumida al devenir del tiempo y su decadencia o progreso cíclico. En cierto modo, lo propio del hombre, peregrino en un país extranjero, es "errar" por la "rueda del mundo", mientras que la Tradición (lo que ella revela) se mantiene inalterable en el centro de esa misma rueda, a la que da vida y sentido.  

RENE GUENON Y LA MASONERIA PARTE 2

RENÉ GUÉNON Y LA MASONERIA
PARTE 2
 
Así pues, el papel que pudieran desempeñar esas logias sería fundamental para devolver a los símbolos y ritos masónicos su "operatividad", sabiendo de antemano que esto será así para un número muy reducido de masones, suficientes, por otro lado, para que la Masonería recobre nuevamente su "fuerza y vigor", por emplear una expresión masónica habitual. Este es uno de los casos en que la calidad (o cualidad) importa infinitamente más que la cantidad. Mas, para que dicha operatividad sea efectiva, esos estudios, lejos de limitarse al plano puramente teórico (esto es, "especulativo"), han de ser considerados por quienes los realizan como un soporte y formando parte integrante de su propio trabajo interno, condición ésta que es indispensable para que los resultados que se pretenden alcanzar estén apoyados en una base lo suficientemente sólida y fuerte, nacida del íntimo convencimiento de que la "intención" que los mueve está en conformidad con la herencia recibida de la Tradición.  
 
Es evidente que dicha "intención", o voluntad, ha de tomarse aquí en su sentido etimológico preciso, esto es, como un "tender hacia" (de in tendere), o "tendencia" hacia la que se dirige u "orienta" todo el ser, lo cual equivale a seguir un orden en la dirección ascendente que señala el "Eje del Mundo", comunicando a ese ser con su Principio, que en la Masonería recibe el nombre de Gran Arquitecto del Universo. De hecho la palabra iniciación, del latín in ire, no quiere decir sino 'entrada' o 'comienzo', y está ligada a la idea de emprender un camino: el camino del Conocimiento. En El Rey del Mundo, Guénon aclara la representación simbólica de esa intención u orientación ritual: "ésta, en efecto, es propiamente la dirección hacia un centro espiritual, que, cualquiera que sea, es siempre una imagen del verdadero Centro del Mundo". Podrían aplicarse aquí estas palabras del Evangelio, que, además, forman parte de ciertos rituales masónicos: "Buscad y encontraréis; pedid y recibiréis; llamad y se os abrirá". Ha de existir entonces un verdadero "compromiso" adquirido con el Espíritu de la Orden masónica para que lo "virtual" pase a ser efectivo y se convierta en una realidad permanente; que lo potencial, en fin, se actualice, y permita que el hombre se encuentre y se conozca a sí mismo en el cumplimiento de su verdadero destino. Dicho compromiso lo constituye el "lazo" iniciático, mediante el cual el ser, ligándose con la Tradición, asume, o va asumiendo gradualmente (de aquí la idea de grados), que ella y él son una sola cosa, es decir que el mensaje por la Tradición vehiculado se identifica con el que lo recibe, y viceversa. Sólo entonces la Masonería, su mensaje o transmisión, podrá ir revelando su contenido y promover la efectiva realización interior, justificando así el sentido de su propia existencia como organización iniciática.  

Esta idea aparece con frecuencia en Guénon, sobre todo en sus dos libros que tratan específicamente sobre la iniciación: Aperçus sur l'Initiation e Initiation et Réalisation Spirituelle. Estos volúmenes tienen un valor inapreciable para conocer la verdadera naturaleza de la iniciación, pues en ellos se exponen los principios fundamentales que estructuran su proceso, y para los masones en particular constituyen sin duda una guía doctrinal que les permite recuperar una enseñanza que formaba parte integrante de la antigua Masonería operativa. Las ideas que allí se desarrollan son, por tanto, un complemento perfecto a los estudios de los símbolos y un medio efectivo para comprender en profundidad el sentido de los ritos y sus prácticas, vehículos y soportes, volvemos a repetir, de la influencia espiritual.   

Para Guénon, el lazo iniciático no es otra cosa que la recepción de esa influencia, que siendo de orden estrictamente espiritual y metafísico es siempre idéntica a sí misma, inmutable y eterna, cualesquiera sean los vehículos simbólicos y las formas tradicionales a través de los cuales se manifieste. Dicho lazo se refiere, empleando un término hindú, al sûtrâtmâ, o "hilo de Âtmâ", el hálito del Espíritu que liga entre sí a los múltiples estados del ser, y a todos ellos con su Principio, que es su identidad más profunda y real. En este sentido, debemos recordar que algunos de los antiguos manuales masónicos comenzaban con la siguiente serie de preguntas y respuestas: "¿Qué lazo nos une?".- "Un secreto".- "¿Cuál es este secreto?".- "La Masonería". Esto quiere decir, entre otras cosas, que la Masonería es ella misma un "secreto", o un "misterio", conservado en su núcleo más íntimo por encima de la forma específica que necesariamente adquiere una organización tradicional, y que dicho secreto es inviolable por su propia naturaleza espiritual, no teniendo nada que ver con el "secretismo" propiciado por las sectas ocultistas, pseudo-iniciáticas y similares. Secreto o misterio que únicamente puede ser conocido por quienes se entregan a él, pues como se dice en el Zohar, "la Sabiduría sólo se revela a quien la ama".  
Abundando en lo dicho, Guénon señala la similitud que existe entre las palabras "secreto" (secretum) y "sagrado" (sacratum), añadiendo que "se trata, tanto en uno como en otro caso, de aquello que está puesto aparte (secernere), reservado, separado del dominio profano". Y prosigue: "igualmente el lugar consagrado es llamado templum, cuya raíz tem (que se reencuentra en el griego temnô, cortar, separar, de donde temenos, recinto sagrado) expresa también la misma idea; y la 'contemplación' se vincula aún a esta idea por su carácter estrictamente 'interior' ". Estas palabras nos llevan a considerar el papel fundamental que en la tradición masónica desempeña la Logia, el Templo o "recinto sagrado" que según la fórmula ritual ha de estar "a cubierto", esto es "separado" y "puesto aparte" de la realidad relativa, y por tanto ilusoria, del mundo profano, significando esta palabra, profano, lo que literalmente está "fuera del templo" (profanum). Pero además, la Logia, el Templo masónico, representa una verdadera síntesis del orden universal (de la Cosmogonía), y por consiguiente un modelo simbólico sumamente importante cuya estructura el masón ha de conocer perfectamente, formando así parte integrante de la propia enseñanza iniciática.

La Logia es consubstancial a la Orden masónica, pues no se debe olvidar que los orígenes de la misma se remontan a la construcción del Templo de Jerusalén, o de Salomón, al que la propia Logia reproduce en su esquema esencial. Además, es en la Logia, dentro del "recinto sagrado", donde se cumplen todos los trabajos rituales, y este es el motivo de que la Logia también sea considerada como un "Taller", recuerdo sin duda alguna de los tiempos operativos, pero que continúa siendo un término todavía válido para quienes la iniciación y su proceso es el exacto equivalente del "Arte Real" o "Gran Obra". En efecto, Guénon afirmó en varias ocasiones que lo más importante en Masonería es la ejecución del ritual, que es el verdadero trabajo masónico, en primer lugar porque el rito no es sino el propio símbolo en acción, y por tanto no está separado de la idea que conforma al símbolo: es esa misma idea manifestándose, y es por eso que es el vehículo de transmisión de la influencia espiritual o supra-individual. Y en segundo lugar, y como consecuencia de ello, porque esa acción está realizada siempre conforme al orden, es decir conforme a las propias leyes del cosmos, pues esta palabra, cosmos, en griego significa precisamente "orden", que es por cierto la traducción exacta del sánscrito rita, idéntica evidentemente a la palabra rito. Cosmos, orden y rito (es decir el símbolo en acción) son entonces tres términos equivalentes, de ahí la necesidad de que el gesto ritual sea ejecutado lo más perfectamente posible, porque de esta manera se entra en correspondencia directa con la Armonía universal.  

RENE GUENON Y LA MASONERIA PARTE 3


RENÉ GUÉNON Y LA MASONERIA
PARTE 3
La Masonería misma se identifica y es una con esa Armonía, y para sus miembros ella es "la Orden", entendida claro está, como sinónimo del propio Orden cósmico, como si, efectivamente, no fuera sino una emanación directa de él. Naturalmente esto no es privativo sólo de la Masonería, pues lo mismo podría decirse de todas las organizaciones iniciáticas y tradicionales. Pero en la Masonería, por el hecho de derivar de una tradición de constructores, que entendían el cosmos como una arquitectura, y la arquitectura como una imitación del modelo cósmico, esa relación con el orden universal se hace más evidente y está en su propia razón de ser. Además, la denominación de Gran Arquitecto dado al principio espiritual bajo la inspiración del cual se realizan todos los trabajos y ritos masónicos, es motivo más que suficiente para que no quepa la menor duda al respecto. Y es ese Principio, que Guénon identifica con el Viswakarma hindú, o el "Espíritu de la Construcción Universal", el que es trasmitido, o al menos su germen o semilla virtual, en el rito de la iniciación masónica, y el que está "presente" siempre en la ejecución del rito cuando éste, como se ha dicho antes, es una "acción hecha conforme al orden". Ese espíritu se concibe como una "luz", y el desarrollo del germen espiritual implantado por la influencia iniciática, se verá como una "iluminación" progresiva de la conciencia humana, iluminación que es análoga "a la vibración original del Fíat Lux que determina el comienzo del proceso cosmogónico por medio del cual el 'caos' de las posibilidades será ordenado para devenir el 'cosmos' ". La "iluminación" iniciática, que es un "segundo nacimiento", opera entonces el mismo efecto en el ser que la acción de la Palabra o Verbo divino al proyectar el Fíat Lux en el caos o matriz primigenia, de donde nace igualmente el mundo. Dicho caos, Guénon en cierto modo lo asimila a las "tinieblas exteriores" del estado profano, de donde procede el recipiendario antes de su entrada en el Templo, entrada que será para él, en efecto, un pasaje "de las tinieblas a la luz". Existe, por tanto, todo un conjunto de correspondencias y analogías entre el proceso cosmogónico y el proceso iniciático, "y así la iniciación es verdaderamente, según un carácter por otro lado muy general de los ritos tradicionales, una imagen de 'lo que ha sido hecho en el comienzo' ". 
Según ese "carácter general", además del rito propiamente iniciático, la "imagen de lo que ha sido hecho en el comienzo" la Masonería la repite en el ritual de apertura de la Logia, apertura que es sin duda alguna un acto cosmogónico, y por consiguiente una fuente de enseñanza simbólica inestimable para entender el sentido de la propia iniciación. En efecto, hasta el momento de su apertura la Logia permanece en "tinieblas", o en un "caos" potencial que será progresivamente "iluminado" y "ordenado" por la acción del rito, acción que determinará la creación de un espacio y un tiempo sagrados, pues la energía del símbolo habrá sido plenamente actualizada, pasando a ser la Logia entonces "un lugar muy iluminado y muy regular", expresión masónica que se ha seguido conservando, y de la que Guénon dice que representa "un recuerdo de la antigua ciencia sacerdotal que regía la construcción de los templos". Dicha ciencia es la Geometría, a la que los operativos identificaban con la Masonería misma, pues el arte de la construcción, esto es la arquitectura, constituye el desarrollo de las ideas contenidas en las formas geométricas, entendidas éstas en su aspecto puramente cualitativo, que es el que siempre ha tenido en la Masonería y en todas las tradiciones. No es entonces por casualidad que en ésta el Gran Arquitecto reciba también el nombre de "Gran Geómetra del Universo". 
  
En efecto, la geometría es la ciencia masónica por excelencia, estrechamente relacionada con la ciencia de los números, pues la geometría es realmente el cuerpo del número, pero el número considerado no como cifra, que sólo sirve para el cómputo cuantitativo, sino como ideas de orden metafísico que al manifestarse organizan la Inteligencia o estructura invisible del cosmos, generando su dinámica interna o Alma universal, y con ella el Rito cósmico y la posibilidad de la vida bajo todas las formas en que ésta se expresa. Hablar de número es hablar, como pensaban los pitagóricos, de una energía o fuerza en acción, de un poder divino que al plasmarse en la substancia receptiva del mundo y del hombre la actualiza y la hace inteligible, esto es, la ordena al conjugar y armonizar sus partes dispersas. Y ya que hablamos de los pitagóricos (cuya herencia afirma Guénon pasó a la Masonería medieval a través de los Collegia Fabrorum romanos), debemos decir que para ellos el Dios geómetra era el propio Apolo hiperbóreo, Dios de la Luz primigenia del que Platón dice que "geometriza siempre", pues con sus rayos luminosos "mide" la totalidad de la manifestación universal, extrayendo el cosmos del caos.   
En este sentido, Guénon nos dice en el tercer capítulo de El reino de la cantidad y los signos de los tiempos, titulado "Medida y manifestación", que esos rayos equivalen a las middoth de la Cábala (que significan precisamente "medidas" en hebreo), asimiladas a los atributos y nombres divinos, "afirmándose que Dios creó los mundos gracias a ellas, lo que por otra parte se relaciona precisamente con el simbolismo del punto central y de las direcciones del espacio. También podríamos recordar a este respecto la frase bíblica en la que se afirma que Dios ha 'dispuesto de todas las cosas en número, peso y medida' ". Según esto la manifestación corpórea, o el mundo físico, debe tomarse como un símbolo de toda la manifestación universal, pues de otra manera ésta (la manifestación universal) dejaría de ser representable, es decir que no se podría simbolizar de ninguna manera, lo cual evidentemente es imposible, pues la ley de analogía y de correspondencia (ley que constituye la clave del símbolo) actúa en todos los niveles y planos de la manifestación, relacionándolos unos con otros, generando así el discurso de la existencia. El propio pensamiento humano es analógico, y es precisamente esa cualidad la que le permite acceder y comprender, a su nivel correspondiente, las realidades superiores.  

Es entonces por eso que el espacio físico se toma como un símbolo del propio orden cósmico, y ese espacio es realizado y medido en toda su extensión por las seis direcciones, equivalentes simbólicamente a las middoth o atributos divinos y a los "rayos luminosos" del Apolo hiperbóreo, todos ellos partiendo de un centro, que en el caso de la representación geométrica es un punto, y en el mundo espiritual es el "Corazón o Centro del Mundo", es decir Dios mismo o la Unidad primordial. La Logia, que es, volvemos a repetir, una imagen del cosmos, no se "actualiza" hasta el momento en que se "encienden las luces", las cuales, efectivamente, la hacen pasar de las "tinieblas a la luz". Todo esto es importantísimo en el simbolismo masónico, al que, como estamos intentando explicar aquí, Guénon ha restituido su auténtica dimensión iniciática y esotérica. El mismo nos dice en un capítulo de Los símbolos fundamentales de la ciencia sagrada, concretamente en "El simbolismo solsticial de Jano", que la estructura de la Logia está formada a partir de la cruz de tres dimensiones, dimensiones cuya "longitud es 'de Oriente a Occidente'; su anchura, 'de Mediodía a Septentrión'; su altura, 'de la Tierra al Cielo' (el Cenit); y su profundidad, 'de la superficie al centro de la Tierra' (el Nadir). Por otra parte, continúa Guénon, se dice que 'en la Logia de San Juan (así es como se denomina a la Logia masónica) se elevan templos a la virtud y se cavan mazmorras para el vicio'; estas dos ideas de 'elevar' y 'excavar' se refieren a las dos dimensiones verticales, altura y profundidad, que se cuentan según las mitades de un mismo eje que va del 'cenit al nadir', tomadas en sentido mutuamente inverso; esas dos direcciones opuestas corresponden, respectivamente, a sattwa y a tamas (mientras que la expansión de las dos dimensiones horizontales corresponde a rajas), es decir a las dos tendencias del ser, hacia los Cielos (el templo) y hacia los Infiernos (la mazmorra)". Como se dice en los manuales de instrucción masónica (cuya lectura y meditación Guénon recomendaba practicar asiduamente como apoyo al trabajo interior), esas dimensiones prueban que la Masonería es universal, y por tanto también la Logia, que al ser "iluminada" por la luz que está en su interior (luz despertada y vehiculada por el rito), ha sido "abierta" a las influencias espirituales, quedando constituida según el modelo del cosmos. Esas direcciones, en efecto, determinan tres espacios simbólicos análogos a los tres planos cósmicos: el Inframundo, la Tierra y el Cielo, los que a su vez se relacionan con los tres grados iniciáticos de aprendiz, compañero y maestro, respectivamente. Por tanto, si como se afirma en los rituales, la Logia es "justa y perfecta", es, entre otras razones, porque ella refleja el equilibrio y la armonía universal, y porque la seis direcciones de la cruz tridimensional más su centro suman siete, al que todas las tradiciones consideran como el número cosmogónico por antonomasia; con él se acaba la creación y se resume en sí misma como nos indica el Génesis, y es al mismo tiempo el número de los planetas tradicionales, y el de las siete sefiroth de "construcción cósmica" del Arbol de la Vida cabalístico.  

La cuestión del sentido cualitativo de las direcciones del espacio Guénon la aborda muchas veces a lo largo de su obra, pero muy especialmente en El simbolismo de la cruz, que es un libro de una importancia capital para quien le interese conocer la ciencia de la geometría desde el punto de vista tradicional y sagrado, y desde luego para los masones realmente interesados en el conocimiento de su Orden debe representar unos de los textos fundamentales de investigación simbólica, supliendo así, en gran medida, la carencia doctrinal en que vive sumida la Masonería desde hace ya varios siglos. Aquella frase que estaba en el frontispicio de entrada a la escuela platónica: "Que nadie entre aquí si no es geómetra", podría estar perfectamente en la entrada al templo masónico, pues como dice Guénon las enseñanzas que en esa escuela se impartían no podían "ser comprendidas verdadera y efectivamente más que por una 'imitación' de la actividad divina", lo que en lenguaje masónico equivale al cumplimiento de los planes "trazados" por el Gran Arquitecto o Gran Geómetra del Universo.   

Sobre estos planes, y su cumplimiento efectivo en el ser, veamos qué nos dice Guénon en el cap. XXXI de Aperçus..., titulado "De la enseñanza iniciática": "En el fondo si todo proceso iniciático presenta en sus diferentes fases una correspondencia, ya sea con la vida humana individual, ya con el conjunto de la manifestación vital misma, particular o general, 'micro cósmica' o 'macro cósmica', ésta se efectúa según un plan análogo al que el iniciado debe cumplir en sí mismo, para realizarse en la completa expansión de todas las potencias de su ser. Se trata siempre y en todo lugar de los planes correspondientes a una misma concepción sintética, de tal manera que ellos son principalmente idénticos, y, aunque son diferentes e indefinidamente variados en su realización, proceden de un 'arquetipo' único, plan universal trazado por la Voluntad suprema que es designada simbólicamente como el 'Gran Arquitecto del Universo'.  


RENE GUENON Y LA MASONERIA PARTE 4


RENÉ GUÉNON Y LA MASONERIA
PARTE 4

"Así pues, todo ser tiende, conscientemente o no, a realizar en sí mismo, por los medios apropiados a su naturaleza particular, aquello que las formas iniciáticas occidentales, apoyándose sobre el simbolismo 'constructivo', denominan el 'plan del Gran Arquitecto del Universo', y a concurrir por ello, según la función que le pertenece en el conjunto cósmico, a la realización total de ese mismo plan, el cual no es en suma sino la universalización de su propia realización personal. Es en este punto de su desarrollo, cuando un ser toma realmente conciencia de esta finalidad, que comienza para él la iniciación efectiva, que debe conducirle por grados, y según su vía personal, a esta realización integral, que se cumple, no en el desarrollo aislado de ciertas facultades especiales, sino en el desarrollo completo, armónico y jerárquico, de todas las posibilidades implicadas en la esencia de este ser".  

Estas sucintas indicaciones acerca del rito y de la Logia masónica queremos pensar que han servido por lo menos para formarnos una idea de por qué Guénon consideraba a la Masonería como una organización iniciática que continúa conservando los elementos simbólicos necesarios para transmitir una influencia espiritual, cuyo desarrollo en el interior del ser conduce al conocimiento de la cosmogonía y de él mismo como integrado dentro de ella, y a partir de ahí alcanzar el estado no-condicionado de la Unidad metafísica, que por ser tal está "más allá" (por decirlo de alguna manera) del dominio cósmico e individual. 
 
Pero hasta ahora apenas hemos hablado de su estructura iniciática según las enseñanzas que a este respecto nos transmite la obra guenoniana. Para Guénon, lo repitió multitud de veces, la Masonería propiamente dicha es la de los tres primeros grados: aprendiz, compañero y maestro, que son los que están directamente relacionados con la iniciación de oficio. La efectiva realización de estos grados (de las enseñanzas que contienen) conducen al cumplimiento de los "pequeños misterios", que son los misterios de la cosmogonía y del hombre, y cuyo conocimiento es plenamente actualizado en el grado de maestro "puesto que la realización completa de éste implica la restauración del estado primordial", al que conducen precisamente los "pequeños misterios". 
En lo que respecta a los llamados "altos grados", Guénon distingue "de una parte, aquellos grados que tienen un lazo directo con la Masonería, y, de otra, aquellos grados que pueden ser considerados como representando vestigios o recuerdos, venidos a injertarse en la Masonería, o a 'cristalizarse' de alguna manera en torno a ella, de antiguas organizaciones iniciáticas distintas de la Masonería". Esas organizaciones iniciáticas a las que se refiere Guénon son especialmente la Orden del Temple y la Orden hermético-cristiana de la Rosa-Cruz, parte de cuya herencia simbólica ha "cristalizado" efectivamente en varios altos grados masónicos, sobre todo en los pertenecientes a la Masonería Escocesa. Con respecto a esos altos grados, Guénon señala que "habría mucho que decir sobre este papel 'conservador' de la Masonería, y sobre la posibilidad que este papel le da de suplir en una cierta medida la ausencia de iniciaciones de otro orden en el mundo occidental actual". Esto es muy importante, por diversas razones, entre ellas porque desautoriza completamente y niega cualquier valor real a esas organizaciones pseudo-iniciáticas que hoy en día se dicen templarias o rosacrucianas. Pero sobre todo porque esa función conservadora y receptiva la convierte en una especie de "arca" que ha concentrado en su seno la herencia tradicional de Occidente, lo cual ha sido posible, entre otras cosas, porque la Masonería no tiene una forma religiosa que pudiera derivar por degradación en un dogmatismo excluyente, sino que al ser una organización iniciática está por ello mismo abierta a cuantas doctrinas tradicionales de carácter igualmente iniciático han entrado o pudieran entrar en contacto con ella. En los tiempos que estamos viviendo, donde numerosos signos anuncian el final de un ciclo, ese papel conservador de la Orden masónica no deja de tener sin duda alguna su importancia y su trascendencia.  

Así pues, es en la Masonería actual, y en algunos de sus altos grados concretamente, donde se ha depositado lo que se pudo conservar de la Orden del Temple y de la Rosa-Cruz. Que éstas hayan desaparecido como formas iniciáticas, no quiere decir que su espíritu no haya permanecido de alguna manera latente y en estado germinal, y si es así, es en la Masonería donde se le podría hallar. En fin, es éste un tema desde luego muy interesante, pero que lógicamente no podemos desarrollar en estos momentos. Nos remitimos, eso sí, a varios estudios que Guénon escribió enteramente, o en parte, sobre el tema, a saber: "Los altos grados masónicos", "Palabra perdida y nombres substituidos" y "Heredom", todos ellos incluidos en el volumen II de Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage; en Initiation et Réalisation Spirituelle, ver el capítulo titulado "Realización descendente y ascendente"; en Aperçus sur L'Initiation, el que lleva por nombre "Sobre dos divisas iniciáticas"; en Símbolos Fundamentales..., "La salida de la caverna cósmica"; así como algunos capítulos de El esoterismo de Dante.   

Entre los altos grados que como dice Guénon tienen un lazo directo con la Masonería de oficio él estuvo particularmente interesado en el de Royal Arch (o Arco Real), perteneciente al Rito inglés de Emulación. De este grado nos dice que "es como el nec plus ultra de la iniciación masónica... el único que debe ser tomado como estrictamente masónico propiamente hablando, y donde el origen operativo no ofrece ninguna duda: es, de cualquier forma, el complemento normal del grado de Maestro, con una perspectiva abierta sobre los 'grandes misterios'", es decir sobre lo supra-cósmico y lo metafísico. De aquí que, como menciona Guénon en La Gran Tríada (otra de sus obras en que se hacen numerosas referencias al simbolismo masónico, y también hermético-alquímico, en correspondencia con la cosmogonía extremo-oriental), en la Masonería anglosajona se haga una distinción entre lo que se denomina la "Square Masonry" (la Masonería de la Escuadra) y la "Arch Masonry" (la Masonería del Arco). La escuadra y el arco se relacionan evidentemente con las figuras geométricas del cuadrado y del círculo, y ambas son los símbolos respectivos de la Tierra y del Cielo, representados precisamente en la Masonería por la escuadra y el compás, sus dos emblemas tal vez más característicos. 
  
La escuadra y el compás se refieren a los misterios de la cosmogonía, que son los misterios de la Tierra y del Cielo, y también del hombre como síntesis nacida de la unión entre ambos. Pero en el simbolismo masónico, la escuadra, que sirve para trazar figuras rectilíneas, y por tanto vinculadas a lo terrestre, está puesta en relación con los tres primeros grados (los que conforman la "Square Masonry"), mientras que el compás, que sirve a su vez para trazar las figuras circulares, y por consiguiente vinculadas a lo celeste, está más bien en relación con la Masonería del Arco, y en los grados de otros Ritos masónicos de alguna manera semejantes a ella. La escuadra está directamente ligada con la construcción y la obra de la cosmogonía, en la que también intervienen la perpendicular (o plomada) y el nivel. Esta es la razón de que el distintivo del Venerable de una Logia (llamado en los antiguos rituales el "Maestro de la Logia", porque él es el representante de dicho grado tanto en una Logia que trabaja en grado de aprendiz como de compañero) sea una escuadra, que es la unión precisamente de la perpendicular y el nivel, esto es de la vertical y la horizontal, cuya interacción generan permanentemente la vida universal. Sin embargo el compás está más bien vinculado con el "acabamiento" y "perfección" de dicha obra, perfección que desde luego ya está implícita en el grado de maestro, pero que adquiere su desarrollo completo en el grado complementario de Royal Arch. En este sentido, y como dice Guénon, "si el grado de Maestro fuera más explícito, y también si todos aquellos que son admitidos estuvieran verdaderamente cualificados, es en su interior mismo que estos desarrollos deberían encontrar su lugar, sin que sean necesarios otros grados nominalmente distintos de aquel". Que esos otros grados sean necesarios hoy en día para cumplimentar toda la enseñanza iniciática contenida en el grado de maestro, en nada disminuye el significado simbólico de lo que este grado en el fondo representa, que es, como antes hemos dicho, la restauración del estado primordial, o del "hombre verdadero" como se dice en el Taoísmo, el cual no es sino el reflejo del "hombre transcendente", esto es, del propio Gran Arquitecto del Universo. Tengamos en cuenta que la restauración de ese estado es al mismo tiempo la recuperación de la "Palabra perdida", que es el fin que persigue todo el trabajo masónico, y que esa recuperación no es otra cosa que restablecer la comunicación con el "Centro Supremo" o la Tradición primordial, "porque esta Tradición no es sino una con el conocimiento mismo que está implicado en la posesión de este estado". Tal vez todo esto lo veamos con mayor claridad si lo trasladamos al simbolismo constructivo, que es el modelo del que la iniciación masónica extrae lo esencial de su enseñanza. Y para hacerlo nada mejor que acudir a aquellos artículos de Los Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada que han sido reunidos bajo el título general de "Simbolismo constructivo", y de esos artículos concretamente los que llevan por título "El simbolismo de la cúpula" y "La piedra angular", puesto que en ellos se señalan ciertos aspectos simbólicos del ritual de Royal Arch
  
En efecto, es llegado al grado de maestro, que en el simbolismo constructivo se corresponde con la piedra fundamental situada en el centro mismo del plano cuadrangular del templo (cuadrángulo que simboliza a la Tierra), que se produce el pasaje de la "escuadra al compás", o del "cuadrado al círculo", esto es, de la Tierra al Cielo, el cual está representado por la cúpula semiesférica, situada lógicamente en la parte superior del edificio, en cuya sumidad se encuentra la "clave de bóveda", sobre la que se dispone la piedra angular. Esta, debido a su forma, no halla su ubicación en el templo hasta que finaliza la construcción misma, a la que la piedra angular literalmente "corona" al situarse en su ápice o punto más alto, es decir, en su Cenit. La piedra angular es, como dice Guénon, el símbolo de la Unidad metafísica, de la que toda la construcción depende y de la que no es sino un reflejo, como lo es la propia manifestación universal del Principio in-manifestado. De esa clave de bóveda parte un eje o pilar invisible hacia el centro mismo del templo, donde se encuentra la piedra fundamental (que corresponde al altar en la simbólica cristiana), la cual aparece, en efecto, como el reflejo de la piedra cimera, proyectándose a su vez en las cuatro piedras situadas en cada uno de los ángulos de la base, las que "sostienen" y sobre las que se apoya toda la construcción. Esta se levanta toda entera alrededor de ese eje, que es verdaderamente el símbolo del Eje del Mundo, y es él el que posibilita que una vez llegado al centro o altar se produzca ese pasaje o "exaltación" (así se llama exactamente la ceremonia de admisión al grado de Royal Arch) que conduce hasta la clave de bóveda, que como su propio nombre indica es una "clave" o "llave" que abre la "puerta estrecha" por donde se produce la salida definitiva de la construcción cósmica, hacia los estados supra-individuales y metafísicos, y con ellos a la Identidad Suprema y a la Liberación, objetivo, si así pudiera decirse, de todo el proceso iniciático. 



QUATOR CORONATI

QUATOUR CORONATI
La leyenda de los Cuatro Mártires Coronados
(Que fueron Nueve)

El nombre de Quatour Coronati es famoso en los medios masónicos por llevar ese nombre la primera y más importante Logia de Investigación del mundo, la No. 2076 de Inglaterra, fundada en 1886 y cuyo primer Venerable fue Sir Charles Warren. En sus “Transactions” publicadas bajo el tíulo de “Ars Quatour Coronatorum” figuran importantes trabajos y las consiguientes discusiones a que estos dieron lugar, contribuyendo de manera decisiva al conocimiento histórico y doctrinario de la Orden.
Sin embargo, no es muy conocido el origen del nombre que adoptó esta Logia, sumido en la historia del primitivo arte de la construcción en Europa. He aquí pues la leyenda de los “Cuatro” Mártires Coronados1.
LOS CINCO Claudio, Nicóstrato, Sinforiano, Castorio y (y el ayudante de este último Simplicio) eran cristianos secretos y destacados operarios en las canteras de piedra de Diocleciano, en Panonia, región del Danubio medio. La leyenda agrega el romántico detalle de que su excelente trabajo se explicaba porque era hecho en honor a Dios.
Recordemos que Diocleciano fue emperador romano desde el 284 al 305 d.C. y que reorganizó el Impero de acuerdo a un sistema jerárquico, la Tetrarquía. Su yerno y luego Emperador Valerio Maximiliano Galerio lo instó a desatar una dura persecución contra los cristianos. Diocleciano ordenó a estos expertos que tallasen una estatua en honor a Esculapio (Dios pagano de la medicina, hijo de Apolo). Firmes en su fe, ellos se negaron perdiendo el favor del emperador. Fueron condenados a una horrible muerte: se los encerró vivos en ataúdes de plomo, lanzándolos al río el 8 de noviembre del 287 d.C. (?). Un correligionario escondió los restos en su propia casa.
LOS CUATRO Cuando Diocleciano regresó a Roma edificó un templo para el culto de Esculapio, ordenando que los soldados romanos y especialmente los Milicianos de Roma le rindieran culto y quemaran incienso ante su imagen. Cuatro soldados cristianos que se negaron fueron azotados hasta morir y sus cuerpos arrojados a los perros. Los cadáveres de Severus, Severianus, Corpophorus y Victorinus, -nombres con los que se les conoció posteriormente,- fueron sin embargo rescatados y enterrados junto a otros Santos.
LOS NUEVE Continúa la leyenda contando que pasaron doce años y el Obispo edificó en memoria de los nueve una Iglesia con el nombre de Cuatro Mártires Coronados2. Como lo dice el título, los Cuatro Mártires fueron en realidad nueve!

VENERACION

Los relatos dicen que “reliquias” de los Santos fueron depositadas en la Iglesia: sierra, martillo, mazo, compás y escuadra (los gremios de carpinteros también tenían a estos Santos por Patronos: recordemos que gran parte de los edificios de la época se construían con madera). Estas mismas herramientas junto a una corona y a la imagen de un perro o un lobo (que rehusaron comer los cuerpos y los defendieron de otros carniceros) forman la insignia de los Santos. La Iglesia Católica dedicó el 8 de noviembre para homenajearlos y los santificó. San Jerónimo (Sofronio Aurelio Jerónimo, autor de la versión latina “Vulgata” de la Biblia, 347-420) ya se refiere a ellos.
MASONERIA
En siglos posteriores (VI) se organizan los Collegia Fabrorum: sus integrantes ocupaban la retaguardia de los ejércitos romanos que destruían a su paso todo lo existente en sus acciones de conquista por Europa, Asia y el norte de Africa. La misión de los “collegiati” era la de reconstruir. Dentro de esos Collegii, se veneró la memoria de los Santos y sus herramientas se convirtieron en sus emblemas. Al simple efecto informativo y si quisiéramos aceptar una línea de continuidad, -muchas veces argumentada pero totalmente infundada,- entre hechos históricos cuyo origen, causa y estructura son totalmente distintos, cabría mencionar que los Maestros “Comacinos” (arquitectos aislados en el Lago de Como en la época en que se disgrega el Imperio, legendarios precursores de los masones medievales), el franco (francos: tribus de Germania, hoy Alemania) Carlomagno (742-814), Emperador de Occidente, el Reino Germánico (843), el Sacro Imperio Romano (962), fueron los puentes por lo que pasó la leyenda para llegar a los “freemasons” ingleses (s. XII, “guildas”, que para complacer a la Iglesia se colocaban bajo la amparo de un rey o un santo) y a los “steimettzen” (canteros alemanes) del medioevo (s. XII, quienes bajo la maestría de Erwin de Steinbach construyeron la Catedral de Estrasburgo), que adoptaron a los Quater Coronati como patrones santos del Gremio Operativo.

DOCUMENTOS
El “Manuscrito Regio” es el más antiguo documento normativo masónico conocido hasta ahora, data de 1390 y fue encontrado por Jones O. Haliwell, de quien toma su nombre, en 1839. Es un poema de 794 versos conteniendo ricas lecciones éticas y armonizadas enseñanzas de tolerancia y fraternidad, tendiendo un puente entre la masonería operativa, a la que se refiere, y la especulativa que practicamos. Su título es “HIC INCIPIUNT CONSTITUTIONES ARTIS GEOMETRAE SECUNDUM EUCLIDEM”.

En su conclusión dice: “Roguemos ahora al Dios Todopoderoso y a su madre la dulce Virgen María, que nos ayuden a observar estos artículos y estos puntos en todas sus partes, como lo hicieron otras veces los Cuatro Coronados, santos mártires, que son la gloria de la comunidad. Buenos masones, elegidos,
también
ellos fueron escultores y tallistas de piedra. Eran obreros dotados de todas las virtudes. El emperador los llamó cerca de sí, y les mandó que labrasen la imagen de un falso dios y que la adorasen como si fuera el Dios supremo...” Tras relatar la leyenda, dice: “Su fiesta se festeja ocho días después de la de Todos los Santos...”

Los “Estatutos de los Canteros Alemanes”, constituciones de los Stenmetzen, “jurados en la Asamblea de Ratisbona (Regesburg, Alemania) en 1459 y aprobados por el Emperador Maximiliano I, comienza con la siguiente invocación: "En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y de nuestra Madre la graciosa María, y de sus santos servidores, los Cuatro Mártires Coronados de perdurable memoria”.

La constancia de la Leyenda en estos dos documentos constituye una prueba terminante del origen común de la masonería operativa en Inglaterra y el continente.

jueves, 28 de julio de 2011

EL MANUSCRITO COOKE ?/1410

EL MANUSCRITO COOKE
¿/1410


El Manuscrito Cooke, conservado en el British Museum, debe su nombre a su primer editor, Matthew Cooke, History and articles of Masonry, Londres, 1861. Data de alrededor de 1410 o 1420, pero es la transcripción de una compilación que se remonta quizá a más de un siglo atrás. Se divide en dos partes: la primera, que consta de diecinueve artículos, es una historia de la geometría y de la arquitectura. La segunda es un "Libro de deberes" que incluye una introducción histórica, nueve artículos referentes a la organización del trabajo que habrían sido promulgados durante una asamblea general en la época del rey Athelstan, nueve consejos de orden moral y religioso y cuatro reglas relativas a la vida social de los masones. El término especulativo aparece en este documento. El manuscrito Cooke sirvió de base al trabajo de George Payne, segundo Gran Maestro de la Gran Logia de Londres, que lo adoptó para un primer reglamento en 1721. Aparece además como la principal fuente en la que Anderson se inspiró para la redacción de su Libro de las Constituciones (1723).

EL MANUSCRITO COOKE

Demos gracias a Dios, nuestro Padre Glorioso, creador del Cielo y de la Tierra y de todo lo que está en ellos y que Él conoce [en virtud] de Su Gloriosa Divinidad. Él hizo todas las cosas para ser obedecido, y muchas de ellas en beneficio de la Humanidad; les ordenó someterse al hombre, porque todas las cosas que son comestibles y de buena calidad [sirven] para el sostén del hombre. Y también ha dado al hombre inteligencia y habilidad en diversas cosas, y el Arte, por medio del cual podemos viajar por este Mundo para procurarnos la subsistencia, para hacer muchas cosas por la Gloria de Dios y también para nuestra tranquilidad y provecho. Si debiese enumerar todas estas cosas, sería demasiado largo de decir y de escribir.
Mostraré una de ellas, aunque me deje otras: esto es, de qué modo comenzó la Ciencia de la Geometría, y quiénes fueron los creadores de ella y de otras Artes, como se revela en la Biblia y en otras Historias. Voy a narrar, como he dicho, cómo y de qué modo comenzó esta digna Ciencia de la Geometría.
Has de saber que hay siete Ciencias Liberales, y luego sabrás por qué son llamadas de esta manera; y por qué de estas siete primeras derivan todas las Ciencias y Artes del Mundo, y especialmente por qué aquella, la Ciencia de la Geometría, es el origen de todas.
En cuanto a la primera, que es llamada el fundamento de la Ciencia, es la Gramática, que enseña al hombre a hablar y a escribir en modo justo. La segunda es la Retórica, que enseña al hombre a hablar decorosamente de manera justa. La tercera es la Dialéctica, y ella enseña al hombre a discernir lo verdadero de lo falso, y es llamada comúnmente Arte o [Filosofía]. La cuarta es llamada Aritmética, y enseña al hombre al Arte de los números, para calcular y contar todas las cosas. La quinta es la Geometría, que enseña al hombre los límites y la medida y la ponderación de los pesos de todas las Artes humanas. La sexta es la Música, que enseña al hombre el Arte del canto en las notas de la voz y del órgano, de la trompa, del arpa y de todos los demás instrumentos.

La séptima es la Astronomía, que enseña al hombre el curso del Sol y de la Luna y de las restantes Estrellas y Planetas del Cielo. Nuestro principal fin consiste en tratar del primer fundamento de la excelente Ciencia de la Geometría, y de quiénes fueron sus fundadores; como dije al principio, hay siete Ciencias Liberales, es decir, siete Ciencias o Artes que son libres en sí mismas, las cuales siete viven solamente por medio de la Geometría.


Y la Geometría es, como se dice, la medida de la Tierra: "Et sic dicitur a geoge pin Px ter a Latine e metrona quod est mensura. Unde Geometria i mensura terre vel Terrarum", o sea, que la Geometría es, como he dicho, Geo, la tierra, y metron, medida, y, así, el nombre de Geometría es compuesto, y se llama medida de la Tierra.

No te maravilles de que haya dicho que todas las Ciencias viven sólo por la Ciencia de la Geometría, porque ninguna de ellas es artificial [que presuponga, como la Geometría, al artifex]. Ningún trabajo que el hombre haga es realizado sino por medio de la Geometría; una importante razón: si un hombre trabaja con las manos, trabaja entonces con cualquier tipo de utensilio, y no hay ningún instrumento hecho de cosas materiales de este Mundo que no provenga de la Tierra y a la Tierra retorne, y no existe instrumento, esto es, utensilio para trabajar, que no posea proporciones. Y proporción es medida, y utensilio, o instrumento, es Tierra. Por ello puede decirse que los hombres de este Mundo viven por el trabajo de sus manos.

Muchas otras pruebas te he dado sobre por qué la Geometría es la Ciencia de la que viven todos los hombres razonables, pero esta vez no lo dejaré al largo proceso de la Escritura.

Y ahora procederé con mi argumento; comprenderás que de entre todas las Artes del Mundo, [la más importante] es el Arte del Hombre; el Arte de la construcción tiene la mayor importancia y la mayor parte en la Ciencia de la Geometría, como está escrito y dicho en la Storia, en la Biblia, en el Polycronicon, una crónica ilustrada, y en la Historia de Beda, en De Immagine Mundi y en el Ethimologiarum de Isidoro, en Metodio, obispo y mártir, y en muchos otros; digo que la Masonería es el principal [Arte] de la Geometría, como pienso que bien puede decirse, porque fue la primera en ser creada; como se dice en la Biblia, en el libro I del Génesis, capítulo 4. Y también todos los Doctores mencionados lo dicen, y algunos de ellos más abierta y simplemente [respecto] a como está dicho en la Biblia.

El Hijo directo de la estirpe de Adán, descendiente de las siete generaciones de Adán, antes del Diluvio, fue un hombre llamado Lameth, que tenía dos mujeres; de la primera, Ada, tuvo dos hijos: uno llamado Jabal y otro Jubal. El mayor, Jubal, fue el primer fundador de la Geometría y de la Construcción y construyó casas y es llamado en la Biblia "pater habitancium in tentoriis atque pastorum", es decir, padre de los hombres que viven en tiendas, o sea, en casas. Y fue maestro de Caín y jefe de todos sus trabajadores cuando hizo la Ciudad de Enoc, que fue la primera ciudad nunca construida y que Caín entregó a su hijo y la llamó Enoc. Y ahora es llamada Ephraim.

Y la Ciencia de la Geometría y de la Masonería fue por primera vez empleada e inventada como Ciencia y Arte, y por ello podríamos decir que fue el origen y el fundamento de todas las Artes y las Ciencias, y este hombre, Jabal, fue llamado "Pater pastorum". El maestro de la Historia y Beda, De Immagine Mundi, Polycronicón y muchos otros dicen que por primera vez él hizo la repartición de la Tierra, de modo que cada hombre pudiera individuar (conocer) su campo y su trabajo. Y dividió también rebaños y ovejas, y por eso podemos decir que fue el primer fundador de esta Ciencia.

Y su hermano Jubal o Tubal fue el fundador de la Música y del canto, como afirma Pitágoras en el Polycronicón, y el mismo Isidoro en sus Etimologías; en su I libro dice que fue el primer fundador de la música y del canto, del órgano y de la trompa, y que encontró la ciencia del sonido por los golpes de los metales gracias a su hermano Jubalcaín.


La Biblia dice en verdad en el capítulo IV del Génesis que Lameth tuvo de otra mujer llamada Zillah un hijo y una hija. Sus nombres eran Tubalcaín, el hijo, y la hija fue llamada Naamah y, como dice el Polycronicón, fue la mujer de Noé; que esto sea o no verdad, no lo sabemos.

Te digo que este hijo, Tubalcaín, fue el fundador del Arte de la Herrería y de todas las Artes de los metales, esto es, del hierro, del oro y de la plata, como dicen algunos Doctores, y su hermana Naamah fue la fundadora del Arte del Tejido; hilaban el hilo y laboraban el hierro y se hacían vestidos como podían, pero la mujer Naamah encontró el Arte del tejido, que es ahora llamado el Arte de las mujeres; y estos tres hermanos sabían que Dios se vengaría del pecado, o con el fuego o con el agua, y pusieron el mayor cuidado para salvar las Ciencias que habían encontrado, y se aconsejaron entre ellos; y, gracias a su ingenio, se dijeron que había dos tipos de piedra de tal cualidad que la primera jamás podía ser quemada, y esta piedra es llamada mármol, y que la otra piedra no podía ser hundida, y esta piedra era llamada laterus. Y por ello idearon escribir todas las ciencias que habían encontrado en estas dos piedras, de manera que si Dios se vengaba con el fuego el mármol no fuera quemado, y si Dios se vengaba con el agua la otra piedra no se hundiera.

Y por ello rogaron al hermano mayor de Jabal que construyera dos columnas con estas dos piedras, esto es, mármol y laterus, y que esculpiera en los dos pilares todas las Ciencias y las Artes que habían hallado. Y así se hizo, y por ello podemos decir que fueron muy hábiles en la ciencia que se inició y que persiguió su fin antes del Diluvio de Noé: sabiendo que la venganza de Dios se produciría, sea con el fuego o con el agua, los hermanos –como por una especie de profecía- sabían que Dios ordenaría una, y por ello escribieron en las dos piedras las siete Ciencias, pues pensaban que la venganza llegaría. Y ocurrió que Dios se vengó y hubo un tal Diluvio que todo el Mundo fue sumergido y murieron todos menos ocho personas. Y fueron Noé y su mujer y sus tres hijos y sus mujeres, y de estos hijos procede todo el Mundo. Y [los tres hijos] fueron llamados de este modo: Sem, Cam y Japhet. Y este Diluvio fue llamado el Diluvio de Noé, porque sólo se salvaron él y sus hijos.

Y muchos años después del Diluvio, como narra la Crónica, estas dos columnas fueron halladas y, como dice el Polycronicón, un gran doctor llamado Pitágoras encontró una, y Hermes, el filósofo, encontró la otra, y enseñaron las ciencias que en ellas hallaron escritas. Cualquier Crónica, la Storia y muchos otros doctos y principalmente la Biblia testimonian de la construcción de la Torre de Babel, y está escrito en la Biblia, Génesis, capítulo X, que Cam, hijo de Noé, generó a Nimrod, y que éste se convirtió en un hombre fuerte como un gigante y que fue un gran Rey. Y el inicio de su Reino fue el del verdadero Reino de Babilonia, de Arach y Archad y Calan y de la Tierra de Senaar.

Y este mismo Nimrod inició la construcción de la Torre de Babilonia, y enseñó a sus obreros el Arte de la medida, y tenía muchos constructores, más de cuarenta mil. Y los amaba y los tenía en gran estima. Y esto está escrito en el Polycronicón y en otras Historias, y en parte atestiguado en la Biblia, en el capítulo X del Génesis, donde se dice que Asur, que era un pariente vecino de Nimrod, salió de la Tierra de Senaar y construyó la Ciudad de Nínive y de Plateas y muchas otras, y así dice: "De Terra illa i de Sennam egressus est Asure e edificauit Nunyven e Plateas civitatis e Cale e Jesen quoque inter Nunyven e hec est civitas magna".

La razón quiere que digamos abiertamente cómo y de qué modo fue fundado el oficio de la construcción, y quién fue el primero en darle el nombre de Masonería. Y deberías saber lo que está dicho y escrito en el Polycronicón y en Metodio, obispo y mártir, que Asur, que fue digno Señor de Senaar, pidió al Rey Nimrod que le enviara masones y operarios del Oficio que pudieran ayudarle a construir la ciudad que deseaba edificar. Y Nimrod le envió trescientos masones. Y cuando debían partir, les llamó ante sí, y les dijo esto: "Debéis acudir ante mi primo Asur para ayudarle a construir una ciudad, pero vigilad de que esté bien dirigida; os voy a dar un encargo provechoso para vosotros y para mí. Cuando lleguéis ante este Señor, procurad ser tan leales hacia él como lo sois conmigo; haced como si fueseis hermanos, y permaneced lealmente unidos; y que aquel que tenga mayor habilidad enseñe a su compañero y se guarde de guiarle contra vuestro Señor, para que así yo pueda recibir mérito y agradecimiento por haberos enviado ante él y por haberle enseñado el Arte". Y ellos recibieron el encargo de su patrón y Señor y llegaron ante Asur y construyeron la ciudad de Nínive, en el País de Plateas, y otras ciudades entre Cale y Nínive. Y de este modo, el Arte de la construcción fue engrandecido e impuesto como ciencia.

Los primeros antepasados de nosotros, los masones, tuvieron esta responsabilidad, como está escrito en nuestros Deberes, y también como lo hemos visto escrito ya en francés, ya en latín, y en la historia de Euclides; pero ahora diremos de qué manera Euclides llegó a tener conocimiento de la Geometría, así como está escrito en la Biblia y en otras historias. En el capítulo 12 del Génesis se dice que Abraham llegó a la Tierra de Canaan y nuestro Señor se le apareció y le dijo: "Os daré esta Tierra a ti y a tu descendencia", pero hubo una gran carestía sobre la Tierra y Abraham tomó a Sara, su mujer, con él, y marchó hacia Egipto en peregrinación, y mientras duró la carestía ellos permanecieron allí. Y Abraham, como dice la Crónica, era un hombre sabio y un gran Doctor y conocía las siete Ciencias y enseñó a los egipcios la Ciencia de la Geometría. Y este digno Sabio Euclides fue su alumno y aprendió de él. Y ellos le dieron por primera vez el nombre de Geometría, pues antes no tenía este nombre. Así, se dice en las Ethimologiarum de Isidoro, en el libro 5, capítulo I, que Euclides fue uno de los fundadores de la Geometría, y que le dio este nombre porque en aquel tiempo había un río en Egipto, el Nilo, que creció hasta tal punto en la tierra que los hombres no podían habitarla.

Por eso, este digno estudioso, Euclides, les enseñó a hacer grandes muros y fosos para retener el agua, y ellos, con la Geometría, midieron la tierra y la dividieron en muchas partes, y cada uno cerró su parte con muros y fosos, y por eso la tierra se hizo fértil y dio todo tipo de frutos y de jóvenes, de hombres y de mujeres; pero eran tantos los jóvenes que no podían vivir bien. Y los gobernantes, Señores del País, se reunieron en Consejo para ver cómo ayudar a sus hijos que no habían encontrado sustento. Y en este Consejo estaba este digno Docto Euclides, y cuando vio que no podían decidir sobre la cuestión, les dijo: "Tomad a vuestros hijos y ponedlos bajo mi mando, y yo les enseñaré una ciencia tal que vivirán con ella de los Señores, a condición de jurar que me serán fieles, y yo haré esto por vosotros y por ellos". Y el Rey y todos los Señores se lo garantizaron. Y ellos llevaron a sus hijos ante Euclides para que les dirigiese a su placer, y él les enseñó este Arte, la Masonería, y le dio el nombre de Geometría, a causa de la división del terreno que había enseñado a la gente en el tiempo de la construcción de las murallas y los fosos, e Isidoro dice, en el Ethimologiarum, que Euclides la llamó Geometría. Y él les dio el deber de llamarse uno a otro Compañero, y no de otra manera, porque pertenecían a un mismo Arte y eran de sangre noble e hijos de Señores. Y que el más hábil debía ser el guía en el trabajo, y ser llamado Maestro, y le atribuyó otros cometidos que están escritos en el Libro de los Deberes. Y así ellos trabajaron con los Señores de la Tierra, y construyeron Ciudades, Castillos, Templos y Palacios. En ese tiempo los hijos de Israel que habitaban en Egipto aprendieron el Arte de la Masonería. Y luego, cuando fueron conducidos fuera de Egipto, llegaron a la Tierra de Behest, que ahora se llama Jerusalén. Y el Rey David inició la construcción del Templo de Salomón. El Rey David amaba a los Masones, y les dio derechos como antes no tenían. Y en la construcción del Templo, en tiempos de Salomón, como se dice en la Biblia, en el 3º Libro Regum in tercio Regam, capítulo quinto, Salomón tenía ochenta mil constructores a su servicio. Y el hijo de Tiro era su jefe. Y en otras crónicas y en otros libros de Masonería se dice que Salomón les confirmó el encargo que David, su padre, había dado a los masones. Y el propio Salomón les enseñó en formas poco distintas de las usadas ahora. Y de allí esta importante ciencia fue llevada a Francia y a otras Regiones.

Hubo en un tiempo un digno Rey de Francia llamado Carolus Secundus, esto es, Carlos II, y este Carlos fue elegido Rey de Francia por la Gracia de Dios y por su estirpe. Y este mismo Rey Carlos era masón antes de ser Rey, y cuando llegó a Rey amó a los masones y les tuvo en gran estima, y les dio deberes y reglamentos conforme a su designio, y algunos de ellos todavía están en uso en Francia; y él mismo estableció que deberían reunirse en Asamblea una vez al año para hablar entre sí, Maestros y Compañeros, y para [deliberar quién] había de guiarles y [para enmendar] todas las cosas equivocadas.

Y poco después san Adabelio llegó a Inglaterra y convirtió a san Albano al Cristianismo. Y san Albano amaba a los masones y les dio por primera vez encargos y usos en Inglaterra. Y les fijó un tiempo conveniente para pagarles el trabajo. Y después hubo un importante Rey en Inglaterra llamado Athelstan, y su hijo más joven amaba la Ciencia de la Geometría, y sabía bien que el Arte manual del Oficio practicaba la Ciencia de la Geometría como los masones, por lo que los [reunió] en Consejo y adoptó la práctica de esta ciencia a la especulación, porque en la especulación era maestro y amaba a la Masonería y a los masones. Y él mismo se hizo masón y les dio encargos y nombres que todavía están en uso en Inglaterra y en otros Países. Y estableció que [los masones] deberían ser pagados razonablemente por su trabajo, y consiguió un decreto del Rey que [sancionó] el derecho a que se reunieran en Asamblea cuando creyeran que ha pasado un período razonable, y que vinieran [a escuchar] a sus Consejeros, como está escrito y se enseña en el Libro de nuestros encargos y deberes, por lo que dejo ya el argumento. Los Hombres de bien, por este motivo y de este modo, [hicieron así que] la Masonería comenzase.

Ocurría a veces que los grandes Señores no tenían grandes posesiones, así que no podían ayudar a sus hijos nacidos libres, porque tenían muchos, y por eso se aconsejaron sobre cómo podían ayudarles, y establecer que pudieran vivir honestamente. Y les enviaron a Sabios Maestros de la importante Ciencia de la Geometría, de modo que ellos, con su sabiduría, pudieran dar a los hijos una honesta manera de vivir. Por eso uno de ellos, llamado Englet, que fue un muy agudo y sabio fundador, estableció un Arte y lo llamó Masonería, y así, con su Arte, instruyó a los hijos de los grandes Señores a requerimiento de los padres y con la libre voluntad de los hijos; cuando fueron instruidos con gran cuidado, después de un cierto período, no todos fueron igualmente capaces, por lo que dicho Maestro Englet determinó que todos los que terminaran [el aprendizaje] con habilidad deberían ser admitidos [en el oficio] con honor, y llamó al maestro más hábil para instruir a los maestros menos hábiles, y fueron llamados maestros por la nobleza de su ingenio y por su habilidad en el Arte. De este modo, dicho Arte, iniciado en la Tierra de Egipto, se propagó de Tierra en Tierra, de Reino en Reino.

Después de muchos años, en el tiempo del Rey Athelstano, que fue Rey de Inglaterra, sus Consejeros y otros Grandes Señores, de común acuerdo, por graves culpas lanzadas contra los masones, establecieron una cierta regla para ellos; una vez al año, o cada tres años [si ello respondía] a los deseos del Rey y de los Grandes Señores del País y del pueblo, de provincia en provincia, y de país en país, se reunirían en Asamblea todos los masones y compañeros de dicho Arte, y en tales reuniones los Maestros serían examinados sobre los artículos [de la Constitución] que fueron luego escritos, y se estableció que fuese verificado si los maestros eran capaces y hábiles, para ventaja de su Soberano y para honor de su Arte. Y además se estableció que deberían cumplir bien su encargo de emplear los bienes, pequeños o grandes, de sus Señores, porque de ellos percibían la compensación por su servicio y su trabajo.

El primer artículo es éste: que cada maestro de este Arte debe ser sabio y leal hacia el Señor a quien sirve; y no pagar a ningún obrero más de lo que él piense que se merezca, distribuyendo sus beneficios verdaderamente como quisiera que fuesen dispensados los suyos, tras haber [tenido en cuenta] la escasez de grano y de víveres en el País, y no otorgando ningún favor, para que todos sean recompensados según su trabajo.

El segundo artículo es éste: que cada maestro de este Arte deberá ser informado antes de entrar en su Comunidad; que sean [recibidos] como conviene; que no puedan ser excusados [de su ausencia], sino sólo por algún motivo [válido]. Pero si son hallados rebeldes [frente a] tal Comunidad, o culpables, en cualquier modo, de daño hacia los propios Señores, los culpables en este Arte no serán perdonados de ningún modo [y serán juzgados, y se verificará] su expulsión, y aunque se hallen (en peligro de muerte), [o enfermos], sin riesgo de muerte, se avisará al maestro que sea el jefe de la Asamblea, [quien deberá juzgarle].

El tercer artículo es éste: que ningún maestro tome a un aprendiz por un período menor de siete años por lo menos, porque en un plazo menor no puede llegar propiamente a su Arte, y por consiguiente será incapaz de servir lealmente a su Señor y de comprender [el Arte] como un masón debe comprenderlo.

El cuarto artículo es éste: que ningún maestro tome para instruir, sin provecho, a algún aprendiz al que esté unido con vínculos de sangre, ya que, a causa de su Señor, al cual está ligado, lo distraerá de su Arte y podrá llamarlo ante sí fuera de su Logia y del lugar donde trabaja; porque sus compañeros quizá le ayuden y combatan por él, y de aquí podría derivarse un homicidio –lo que está prohibido- y también por motivo de que su Arte se inició con los hijos de Grandes Señores nacidos libres, como ya ha sido dicho.

El quinto artículo es éste: que ningún maestro envíe a su aprendiz, durante el tiempo de su aprendizaje, a otro, pues ningún provecho puede salir de ello, y aunque piense que pueda agradar a su nuevo Señor, más importante es el provecho que podrá sacar el Señor del lugar en el cual ha sido adiestrado en su enseñanza.

El sexto artículo es éste: que ningún maestro, por codicia o provecho, tome aprendices para enseñarles cosas imperfectas, y que tengan mutilaciones, por lo cual no puedan trabajar realmente como deberían.

El séptimo artículo es éste: que ningún maestro sea visto ayudando, o protegiendo, o siendo el sostenedor de ningún ladrón nocturno, por el cual [a causa del hurto] sus compañeros no puedan cumplir el trabajo diario y no puedan organizarse.

El octavo artículo es éste: que no ocurra que ningún masón, que sea perfecto y hábil, venga a buscar trabajo y encuentre un modo de trabajar imperfecto e incapaz; el maestro del lugar recibirá al masón perfecto y echará al imperfecto para ventaja de su Señor.

El noveno artículo es éste: que ningún maestro tomará el puesto de otro, porque se ha dicho, en el Arte de la construcción, que nadie deberá terminar un trabajo comenzado por otro, para ventaja de su Señor; así que quien lo ha iniciado [tiene el derecho de] terminarlo a su modo, y sean cuales sean sus métodos.

Esta resolución ha sido adoptada por varios Señores y maestros de diversas provincias y Asambleas de Masonería, y dice así:

El primer punto: es necesario que todos los que deseen ser Compañeros del mencionado Arte juren por Dios, por la Santa Iglesia y por todos los Santos, ante su maestro y sus Compañeros y hermanos.

El segundo punto: él [el Compañero] debe cumplir su trabajo diario en razón de lo que le sea pagado.

El tercer punto: él [debe aceptar] las resoluciones de sus compañeros en la Logia y en Cámara y en cualquier otro lugar.

El cuarto punto: no engañará a su Arte, ni lo perjudicará, o sostendrá afirmaciones contra el Arte o contra alguien del Arte, sino que lo mantendrá con dignidad, porque él puede.

El quinto punto: cuando reciba su paga, la tomará humildemente, ya que el maestro ha establecido el tiempo del trabajo, y el resto [por él] ordenado está permitido.

El sexto punto: si una discordia cualquiera surge entre él y sus compañeros, deberá obedecer humildemente y permanecer a las órdenes del maestro, o, en su ausencia, del Vigilante [designado] por el maestro; en la siguiente fiesta religiosa se pondrá a disposición de los Compañeros; no en un día laborable, dejando el trabajo y el provecho de su Señor.

El séptimo punto: Que no desee a la mujer ni a la hija de su maestro o de sus compañeros; y si está casado, que no tenga concubina, porque podrían surgir discordias entre ellos.

El octavo punto: si ocurre que es nombrado Vigilante por su maestro, que sea un seguro transmisor entre su maestro y sus compañeros; y, en ausencia de su maestro, que lo sustituya con empeño, por el honor del maestro y para ventaja del Señor a quien sirve.

El noveno punto: si fuese más sabio y agudo que el compañero que trabaja con él en la Logia o en cualquier otro sitio, y si percibe que el otro debe dejar la piedra sobre la que está trabajando por falta de habilidad, y que puede enseñarle a corregir la piedra, deberá instruirlo, para que el amor crezca entre ellos y el trabajo del Señor no se eche a perder.

Sobre la Asamblea de Justicia

Cuando el maestro y los compañeros sean avisados y lleguen a tales Asambleas, si es preciso serán invitados a participar, junto a los compañeros y el maestro de la Asamblea, el sheriff del Condado, o el alcalde de la Ciudad, o el Consejero más anciano de la Ciudad en la que se celebra la Asamblea, para servir de ayuda contra los rebeldes y para mantener el derecho del Reino.

Al principio [entran en el Oficio] hombres nuevos que nunca han sido culpables, de modo que no sean nunca ladrones, o [cómplices] de los ladrones, y que desarrollen su trabajo diario por la recompensa que de su Señor reciben, y un verdadero resumen den a sus Compañeros de las cosas que deben ser explicadas y escuchadas, y les amen como a sí mismos. Y deben ser fieles al Rey de Inglaterra y al Reino, y atenerse, con todas sus fuerzas, a los artículos mencionados.

Después de esto se indagará si algún maestro o compañero, que haya sido instruido, ha infringido algún artículo, y allí se establecerá si ha hecho nunca tales cosas. Por ello, vale decir, si algún maestro o compañero, que haya sido avisado [de la acusación] antes de venir a tal Asamblea, se rebela y no acude, o bien haya transgredido algún artículo, si esto se demuestra, deberá renegar de su [pertenencia] a la Masonería, y no podrá usar jamás de su Arte. Y si osa practicarlo, el Sheriff del país en el que haya sido encontrado trabajando deberá meterlo en prisión y poner todos sus bienes en manos del Rey hasta que le sea mostrada y concedida la gracia.

Por este motivo, [los participantes] en esta Asamblea establecerán que tanto el más bajo como el más alto deben ser lealmente servidores de su Arte en todo el Reino de Inglaterra.
Amén. Así sea