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viernes, 29 de julio de 2011

RENE GUENON Y LA MASONERIA PARTE 2

RENÉ GUÉNON Y LA MASONERIA
PARTE 2
 
Así pues, el papel que pudieran desempeñar esas logias sería fundamental para devolver a los símbolos y ritos masónicos su "operatividad", sabiendo de antemano que esto será así para un número muy reducido de masones, suficientes, por otro lado, para que la Masonería recobre nuevamente su "fuerza y vigor", por emplear una expresión masónica habitual. Este es uno de los casos en que la calidad (o cualidad) importa infinitamente más que la cantidad. Mas, para que dicha operatividad sea efectiva, esos estudios, lejos de limitarse al plano puramente teórico (esto es, "especulativo"), han de ser considerados por quienes los realizan como un soporte y formando parte integrante de su propio trabajo interno, condición ésta que es indispensable para que los resultados que se pretenden alcanzar estén apoyados en una base lo suficientemente sólida y fuerte, nacida del íntimo convencimiento de que la "intención" que los mueve está en conformidad con la herencia recibida de la Tradición.  
 
Es evidente que dicha "intención", o voluntad, ha de tomarse aquí en su sentido etimológico preciso, esto es, como un "tender hacia" (de in tendere), o "tendencia" hacia la que se dirige u "orienta" todo el ser, lo cual equivale a seguir un orden en la dirección ascendente que señala el "Eje del Mundo", comunicando a ese ser con su Principio, que en la Masonería recibe el nombre de Gran Arquitecto del Universo. De hecho la palabra iniciación, del latín in ire, no quiere decir sino 'entrada' o 'comienzo', y está ligada a la idea de emprender un camino: el camino del Conocimiento. En El Rey del Mundo, Guénon aclara la representación simbólica de esa intención u orientación ritual: "ésta, en efecto, es propiamente la dirección hacia un centro espiritual, que, cualquiera que sea, es siempre una imagen del verdadero Centro del Mundo". Podrían aplicarse aquí estas palabras del Evangelio, que, además, forman parte de ciertos rituales masónicos: "Buscad y encontraréis; pedid y recibiréis; llamad y se os abrirá". Ha de existir entonces un verdadero "compromiso" adquirido con el Espíritu de la Orden masónica para que lo "virtual" pase a ser efectivo y se convierta en una realidad permanente; que lo potencial, en fin, se actualice, y permita que el hombre se encuentre y se conozca a sí mismo en el cumplimiento de su verdadero destino. Dicho compromiso lo constituye el "lazo" iniciático, mediante el cual el ser, ligándose con la Tradición, asume, o va asumiendo gradualmente (de aquí la idea de grados), que ella y él son una sola cosa, es decir que el mensaje por la Tradición vehiculado se identifica con el que lo recibe, y viceversa. Sólo entonces la Masonería, su mensaje o transmisión, podrá ir revelando su contenido y promover la efectiva realización interior, justificando así el sentido de su propia existencia como organización iniciática.  

Esta idea aparece con frecuencia en Guénon, sobre todo en sus dos libros que tratan específicamente sobre la iniciación: Aperçus sur l'Initiation e Initiation et Réalisation Spirituelle. Estos volúmenes tienen un valor inapreciable para conocer la verdadera naturaleza de la iniciación, pues en ellos se exponen los principios fundamentales que estructuran su proceso, y para los masones en particular constituyen sin duda una guía doctrinal que les permite recuperar una enseñanza que formaba parte integrante de la antigua Masonería operativa. Las ideas que allí se desarrollan son, por tanto, un complemento perfecto a los estudios de los símbolos y un medio efectivo para comprender en profundidad el sentido de los ritos y sus prácticas, vehículos y soportes, volvemos a repetir, de la influencia espiritual.   

Para Guénon, el lazo iniciático no es otra cosa que la recepción de esa influencia, que siendo de orden estrictamente espiritual y metafísico es siempre idéntica a sí misma, inmutable y eterna, cualesquiera sean los vehículos simbólicos y las formas tradicionales a través de los cuales se manifieste. Dicho lazo se refiere, empleando un término hindú, al sûtrâtmâ, o "hilo de Âtmâ", el hálito del Espíritu que liga entre sí a los múltiples estados del ser, y a todos ellos con su Principio, que es su identidad más profunda y real. En este sentido, debemos recordar que algunos de los antiguos manuales masónicos comenzaban con la siguiente serie de preguntas y respuestas: "¿Qué lazo nos une?".- "Un secreto".- "¿Cuál es este secreto?".- "La Masonería". Esto quiere decir, entre otras cosas, que la Masonería es ella misma un "secreto", o un "misterio", conservado en su núcleo más íntimo por encima de la forma específica que necesariamente adquiere una organización tradicional, y que dicho secreto es inviolable por su propia naturaleza espiritual, no teniendo nada que ver con el "secretismo" propiciado por las sectas ocultistas, pseudo-iniciáticas y similares. Secreto o misterio que únicamente puede ser conocido por quienes se entregan a él, pues como se dice en el Zohar, "la Sabiduría sólo se revela a quien la ama".  
Abundando en lo dicho, Guénon señala la similitud que existe entre las palabras "secreto" (secretum) y "sagrado" (sacratum), añadiendo que "se trata, tanto en uno como en otro caso, de aquello que está puesto aparte (secernere), reservado, separado del dominio profano". Y prosigue: "igualmente el lugar consagrado es llamado templum, cuya raíz tem (que se reencuentra en el griego temnô, cortar, separar, de donde temenos, recinto sagrado) expresa también la misma idea; y la 'contemplación' se vincula aún a esta idea por su carácter estrictamente 'interior' ". Estas palabras nos llevan a considerar el papel fundamental que en la tradición masónica desempeña la Logia, el Templo o "recinto sagrado" que según la fórmula ritual ha de estar "a cubierto", esto es "separado" y "puesto aparte" de la realidad relativa, y por tanto ilusoria, del mundo profano, significando esta palabra, profano, lo que literalmente está "fuera del templo" (profanum). Pero además, la Logia, el Templo masónico, representa una verdadera síntesis del orden universal (de la Cosmogonía), y por consiguiente un modelo simbólico sumamente importante cuya estructura el masón ha de conocer perfectamente, formando así parte integrante de la propia enseñanza iniciática.

La Logia es consubstancial a la Orden masónica, pues no se debe olvidar que los orígenes de la misma se remontan a la construcción del Templo de Jerusalén, o de Salomón, al que la propia Logia reproduce en su esquema esencial. Además, es en la Logia, dentro del "recinto sagrado", donde se cumplen todos los trabajos rituales, y este es el motivo de que la Logia también sea considerada como un "Taller", recuerdo sin duda alguna de los tiempos operativos, pero que continúa siendo un término todavía válido para quienes la iniciación y su proceso es el exacto equivalente del "Arte Real" o "Gran Obra". En efecto, Guénon afirmó en varias ocasiones que lo más importante en Masonería es la ejecución del ritual, que es el verdadero trabajo masónico, en primer lugar porque el rito no es sino el propio símbolo en acción, y por tanto no está separado de la idea que conforma al símbolo: es esa misma idea manifestándose, y es por eso que es el vehículo de transmisión de la influencia espiritual o supra-individual. Y en segundo lugar, y como consecuencia de ello, porque esa acción está realizada siempre conforme al orden, es decir conforme a las propias leyes del cosmos, pues esta palabra, cosmos, en griego significa precisamente "orden", que es por cierto la traducción exacta del sánscrito rita, idéntica evidentemente a la palabra rito. Cosmos, orden y rito (es decir el símbolo en acción) son entonces tres términos equivalentes, de ahí la necesidad de que el gesto ritual sea ejecutado lo más perfectamente posible, porque de esta manera se entra en correspondencia directa con la Armonía universal.  

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