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domingo, 25 de septiembre de 2011

PROVABLES DESTINOS DEL ARCA DE LA ALIANZA

En la Tradición sagrada contenida en el Antiguo Testamento no se pone ni por un momento en duda que fuese el propio Yahvéh quien diera las instrucciones a Moisés para la construcción del Arca. Estas instrucciones fueron seguidas al pie de la letra por Bezaleel y otros "hombres hábiles a los que Yahvéh había dado pericia", quienes no sólo construyeron el Arca sagrada, sino que también trabajaron en la elaboración del Tabernáculo, el candelabro de siete brazos, el vestuario de los sacerdotes, la mesa sagrada, los objetos para los que estaba destinada, etc. Cuando estuvo terminada, y con las Tablas de la Ley en su interior, según Éxodo (40, 20), y con la vara de Aaron formando parte del ajuar que en ella se guardó, según Números (17, 10), el Arca comenzó a ocupar un lugar destacado en el Sancta Sanctórum del Tabernáculo, ese templo portátil de los israelitas durante su éxodo en busca de la Tierra Prometida, convirtiéndose así en un auténtico talismán que representaba la alianza de Dios con su pueblo, cuando no la propia encarnación material de Yahvéh.
En opinión de muchos, Cristo sólo podría ofrecer su sangre al Padre celestial y esto debía cumplirse a pesar de que Cristo hecho hombre muriera en la Tierra; su sangre, por lo tanto, no podía ser contaminada por ninguna mano impura. Todo ello supuestamente seguiría el plan establecido por Yahvéh seiscientos años antes de la crucifixión. Por eso mandó construir el Arca de la Alianza, para tener una representación de su Trono del Cielo en la Tierra, y que finalmente quedaría escondida justo bajo el lugar donde su Hijo sería inmolado.
La Biblia cuenta que tras la muerte del Salvador se oscurecieron los cielos y tembló la tierra, resquebrajándose los cimientos de la cruz y abriéndose una grieta hasta la cámara del Arca. Cuando el centurión romano Longinos clavó la lanza en el costado de Jesús, sus últimas gotas de sangre fueron a caer sobre el Propiciatorio. "De la tierra" brotaría la Verdad cuando el Arca de la Alianza y las Tablas de la Ley pudieran ser por fin reveladas a toda la Humanidad.

La ruta del Arca
Justo después de que las aguas del Mar Rojo se abrieran para que las cruzara el "pueblo elegido", comienza a hablarse del Arca. Hasta su llegada a Jerusalén y su instalación definitiva en el Sancta Sanctórum del Templo de Salomón, su pista parece extraordinariamente clara. Primero fue llevada cerca de Jericó, donde dio a Israel su primera victoria militar en Canaán. A continuación la instalaron en Gilgal, cerca del Mar Muerto, para desplazarla después a Siquem, donde renovó el pacto con Yahvéh que simbolizaba el Arca y su contenido: las Tablas de la Ley.
Tras un breve paréntesis en Betel, el Arca se quedó durante una buena temporada en Siló, donde fue cuidada por la familia del sacerdote Eli y desde donde fue llevada a la batalla de Afec, en la que los filisteos se apoderaron de ella y la exhibieron después como trofeo de guerra. Sin embargo, la felicidad de los filisteos duró poco, pues una serie de extrañas enfermedades se abatieron sobre ellos obligándoles a devolver el Arca a sus propietarios originales siete meses más tarde. Para entonces, el Arca se quedó en Bet Semes, provocando la muerte de setenta hebreos que intentaron mirar en su interior, quién sabe si para comprobar si faltaba algo de su precioso contenido. Lo cierto es que el miedo al Arca hizo que ésta se "exiliara" a Quirat Jearim, donde fue custodiada durante veinte años por un cierto Abinadab, hasta que el rey David se propuso llevársela a Jerusalén. En el traslado murió un hombre, Uza, al tocar el cofre, y se decidió que ésta "descansara" en casa de Obededom de Gat. Una vez pasado el incidente, se preparó una tienda en Jerusalén donde estuvo el Arca hasta que Salomón terminó su Templo. Y fue allí, curiosamente en el lugar más seguro de todos en los que estuvo el Arca, donde se le perdió la pista para siempre...

El Arca en Etiopía

Muchas son las teorías sobre sus misteriosos poderes y sobre su posible localización. Para explicar sus extrañas capacidades, reflejadas en el Antiguo Testamento, se han llegado a esbozar hipótesis como que se trataba de un condensador eléctrico, un "radiotransmisor" para comunicarse con Dios, un arma nuclear o una caja fuerte electrificada...
En cuanto a las hipótesis sobre su paradero, señalaremos en primer lugar la aportada por el incansable investigador británico Graham Hancock, narrada en su bestseller Símbolo y Señal, el cual durante muchos años siguió la pista del Arca de la Alianza desde su misteriosa desaparición bíblica. En 1983 Hancock oyó hablar por primera vez de su conexión con Etiopía, mientras escribía un libro sobre este país africano. Hancock fue corresponsal político en Etiopía y en su visita a la ciudad de Axum, conoció al que afirmaba ser guardián del Arca o Tabot, quien le relató la leyenda del hijo de Salomón y Belkis, la mítica reina de Saba, y su relación con el objeto sagrado. La hipótesis de Hancock demuestra que el Arca salió de Palestina, recaló un tiempo en Elefantina (Egipto), y después pudo haber sido ocultada en Etiopía.
En Símbolo y Señal, Hancock cuenta cómo los judíos de Elefantina huyeron a Sudán y desde allí a las tierras altas de Etiopía, asentándose finalmente en el Lago Tano, un mar interior a más de dos mil metros de altura. Visitando esta zona conoció la existencia de unos textos antiguos que relataban como el Arca de la Alianza había sido colocada en una especie de tabernáculo en la isla de Tana Kirkos, donde permaneció ochocientos años hasta que el rey Ezana de Etiopía la llevó hasta su emplazamiento actual en Axum. Robert Goodman refiere de esta forma la teoría de Hancock en su artículo El Arca del sacrificio: "Tras la construcción del Arca de la Alianza, los israelitas la trasportaron durante su éxodo por el desierto hasta que retornaron a Jerusalén, donde el rey Salomón, unas décadas después, construyó su famoso templo. El Arca y los otros objetos sagrados fueron depositados en el Templo de Jerusalén en el año 935 a.c. Durante su reinado, recibió la visita de la reina de Saba (país probablemente situado en la conocida como Arabia feliz, en el actual Yemen del Sur). Las Crónicas Reales de Etiopía cuentan que la reina volvió a su país esperando un hijo de Salomón, el futuro Menelik I, quien se convertiría en el fundador de la línea dinástica que ha perdurado hasta el emperador Haile Selassie. Menelik fue enviado a vivir con su padre a Israel, donde se educó hasta los diecinueve años, convirtiéndose al credo judío. Como regalo de despedida, Salomón hizo construir una copia idéntica del Arca para que se la llevara a Etiopía y, de este modo, los falashas (judíos etíopes a los que algunas hipótesis románticas consideran como descendientes de una de las tribus perdidas de Israel) tendrían su propia Arca de la Alianza. En aquel tiempo, Salomón había permitido que se erigieran ídolos paganos en el templo, en línea con la decadencia de su reinado bajo la influencia de Babilonia. Menelik, temiendo por la seguridad del Arca original, cambió la copia y se llevó la auténtica. Graham Hancock sostiene que el Arca de Menelik I se encuentra en la iglesia de Santa María de Sión, en Axum, custodiada por un solo vigilante, casi ciego y con poca disposición a contestar preguntas acerca del Arca, tal como pudo comprobar incluso el equipo de investigación de la BBC que elaboró un reportaje sobre el asunto, y a cuya cabeza iba el propio Hancock. Otras teorías, por contra, indican que el Arca no se movió del Templo de Salomón hasta que el formidable ejército de Nabucodonosor arrasó Jerusalén en el 586 a.c.
Al parecer, Hancock ha encontrado conexiones entre una de las primeras obras que habla del Santo Grial, el Parzival del poeta medieval Wolfram Von Eschenbach, y algunos relieves de la catedral francesa de Chartres, que representan a la reina de Saba. Así, atando cabos, Hancock llegó a la conclusión de que los templarios habían conocido la leyenda de Menelik y la habían dejado plasmada en clave poética en el Parzival y sobre la piedra de Chartres, siendo el Grial, por tanto, una actualización del Arca, en cuya búsqueda Hancock viajó en varias ocasiones a Etiopía hasta descubrir que las iglesias ortodoxas de este país guardan en su sagrario una réplica del Tabot o Arca, a la que sacan en procesión una vez al año, cubierta por telas, durante la fiesta del Timkat, ceremonia que al parecer aparecía también en los grabados faraónicos de la época de Tutankamon. Tesis parecida a la de Hancock sostiene el escritor Grant Jeffrey, en Profecías de Armagedón, que narra una conversación con el príncipe Stephen Menghesa, biznieto del emperador Haile Selassie y supuesto descendiente directo, por tanto, de Salomón y Menelik. Menghesa refirió a Jeffrey que tras la proclamación del Estado de Israel en 1948, muchos falashas etíopes empezaron a discutir planes para el retorno del Arca de la Alianza a Israel y ayudar a la construcción del Tercer Templo, que contribuiría a una auténtica atmósfera de paz y concordia, uniendo a cristianos, judíos y musulmanes y enterrando para siempre las voces amigas de la eterna discordia, ideal que muchos atribuyen también a la Orden del Temple.

El Arca en el monte Calvario

El gran arqueólogo Ron Wyatt asegura, en cambio, que el Arca auténtica (pues al parecer existen innumerables réplicas), se encuentra enterrada bajo el monte Moriah, en el Grotto o caverna en la que Jeremías escondió el Tabernáculo, el Arca de la Alianza y el Altar del Incienso, cerrando después la entrada. El lugar señalado por Wyatt para iniciar la búsqueda, la cual emprendió en compañía de sus dos hijos Danny y Ronny, era un vertedero situado a lo largo de la escarpada ladera del monte Moriah, que algunos denominan la "pared del Calvario" y cuyo relieve dibuja una especie de calavera alusiva al Gólgota donde Jesús fue crucificado.
Después de investigar los alrededores, el arqueólogo decidió excavar perpendicular a la roca. Después de casi dos años de trabajo, terminó descubriendo una cueva de cinco por cinco metros, y tras introducirse en ella comprobaron que estaban bajo el monte Moriah. El 6 de enero de 1982, después de una intensa búsqueda en todos los pasadizos y cavidades encontrados, Wyatt halló lo que buscaba. Bajo la tenue luz de su linterna adivinaba una caja de piedra con la tapa partida en dos y justamente encima, en el techo de la cueva, distinguió una grieta ennegrecida por algún sedimento. Alcanzó la caja y comprobó que la hendidura de la tapa estaba impregnada de la misma sustancia del techo. Sin embargo, dada la escasez de espacio para moverse volvió días después con unos instrumentos ópticos especiales de cuya lectura dedujo que el contenido de la caja no era otro que el Arca de la Alianza. Posteriormente, el propio Wyatt pudo comprobar que la grieta del techo era la prolongación natural de otra que había visto en un agujero que él había interpretado como base de apoyo para la cruz de Jesús. Wyatt dedujo que la sustancia negra podría ser sangre que se hubiera colado por la grieta, manando directamente sobre la caja de piedra y, claro, sobre su contenido. Por la posición de las salpicaduras en la tapa, aquella sangre, supuestamente de Cristo, habría caído directamente sobre el Propiciatorio del Arca... de estar allí dentro. Wyatt informó a las autoridades israelíes sobre su descubrimiento, pero éstas -bien por no creerlo, o por temer las reacciones tras una noticia de ese calibre-, le "recomendaron" mantener el secreto. Lo cierto es que, tras su gestión, Wyatt selló la entrada al túnel y aún hoy el Arca podría seguir allí abajo.

El Arca en el monte Nebó

En la Biblia (Macabaeos 2, 1-8) se refiere como el profeta Jeremías ocultó secretamente el Arca y el altar de los holocaustos en una gruta situada en "el monte al que subió Moisés para contemplar la heredad del Señor". Ese monte desde el cual Moisés divisó la Tierra Prometida que nunca iba a pisar, pues murió en el desierto, es el antiguo monte Nebó (identificado hoy con el moderno Jaban an-Naba), un lugar que se encuentra a unos cincuenta kilómetros de Jerusalén, en línea recta, dentro ya de territorio jordano. Tal como señala el veterano ufólogo español Antonio Ribera en su artículo En busca del Arca perdida, "no hace falta imaginarse lo que podría pasar, si esta sagrada reliquia judía cayese en manos árabes". Ribera asocia el Arca de la Alianza a la mítica máquina productora de maná, el alimento de los israelitas durante el éxodo. Del texto bíblico podría deducirse que Jeremías retiró el Arca de su emplazamiento originario y lo trasladó al monte Nebó. Lo que no dice la Biblia es si el Arca fue llevada después a Jerusalén cuando los judíos regresaron de su exilio en Babilonia en el 538 a.C. y reconstruyeron el templo. En los años veinte de este siglo, Anthony F. Futterer buscó el Arca en el monte Nebó. Al parecer la encontró y antes de morir, dejó pistas de su emplazamiento a un tal reverendo Clinton Locy. En 1981, Tom Crotser, arqueólogo estadounidense visitó al reverendo y consiguió una copia de la inscripción que Futterer había visto fuera del túnel bajo el Nebó. Según Crotser, la traducción de esa inscripción era "aquí yace el Arca de la Alianza". Locy también proporcionó a Crotser un croquis del túnel, motivo por el cual este último viajó hasta Jordania en octubre de 1981.
En el monte Pisagh (en la misma cordillera del monte Nebó) encontraron una cavidad que se correspondía con la entrada de la gruta. Sin permiso oficial, quitaron la plancha de hojalata que cubría la entrada y se introdujeron en el pasadizo el 31 de octubre de 1981. Atravesaron varios ensanchamientos en forma de nichos y Crotser tuvo que romper dos muros de barro y roca que bloqueaban el camino. Hacia el final del pasadizo, encontraron otro muro más robusto y sin inscripciones. Al derribarlo apareció ante ellos una cámara tallada en la roca. Crotser opinaba que esta cámara estaba debajo de una antigua iglesia bizantina con la que se comunicaba mediante un pozo vertical. El investigador afirma haber visto en esa cámara la mismísima Arca de la Alianza. La describió como una caja de oro de 1,55 metros de largo por 93,5 centímetros de ancho y otros 92,5 de alto. No tocó la caja por temor a recibir una descarga, pero obtuvo varias fotografías y la midió.
Los querubines de oro no estaban en la tapa, aunque en una esquina de la cámara vio unos bultos envueltos en gasa que podrían ser las imágenes de los ángeles. También estaban los palos usados para transportar el arca y los anillos de oro en sus laterales. Después, Crotser y sus compañeros fueron a Ammán, donde intentaron infructuosamente interesar a las autoridades jordanas en su hallazgo.

A su regreso a Estados Unidos, la agencia de prensa UPI divulgó un comunicado en el que se afirmaba que se había encontrado el Arca. La noticia apareció en la mayoría de los periódicos del mundo. A pesar de ello, este hallazgo no encontró la notoriedad que buscaba, ya que la única fotografía del "arca" era de muy mala calidad y mostraba una caja de aspecto moderno con clavos y tiras metálicas, quizás cortadas a máquina.

El Arca bajo el Templo

Los textos religiosos judíos registran dos paraderos del Arca. Según la Misná y el Talmud, fue enterrada en uno de los túneles secretos excavados bajo el monte del Templo. El enterramiento habría sido obra del rey Josías que, alertado por una profecía sobre la futura profanación del Sancta Sanctorum (Santo de los Santos) por los babilonios, la ocultó en una gruta secreta y cegada bajo la Setiyyah o Piedra de la Fundación, un axis mundi que no era sino el suelo del Sancta Sanctorum sobre el que reposaba el Arca. Una cita del sabio árabe Maimónides (1135-1204) dice: "... cuando Salomón mandó levantar el Templo pronosticó su destrucción e hizo construir una cueva secreta, muy profunda, donde Josías dio instrucciones de esconder el Arca de la Alianza". Esta información, que Maimónides atribuye a un judío llamado Arabaita, pudo haber inspirado una expedición que en 1908 buscó el Arca bajo el antiguo Templo de Salomón. La Expedición Parker comenzó su tarea en el palacio-museo de Topkapi, en Estambul, donde el biblista sueco Walter H. Juvelius encontró un código sagrado en un manuscrito del Libro de Ezequiel. Afirmaba que es código describía que el emplazamiento exacto de los tesoros perdidos estaba bajo el templo, en un lugar al que se accedía por un complicado sistema de túneles. Juvelius se asoció al capitán Montague Parker bajo el mecenazgo de la duquesa de Marlborough, para sacar el Arca de su presunto escondite. Conseguir los permisos pertinentes para excavar bajo Jerusalén sólo fue posible gracias a una larga cadena de sobornos. Y gracias a ellos, entre 1909 y 1911 el grupo descubrió varios pasadizos secretos. Pero su búsqueda se detuvo bruscamente el 17 de abril de 1911 cuando Parker y sus hombres intentaron entrar en una gruta natural, justo debajo de la Roca Sagrada sobre la que estuvo colocada el Arca en la época del llamado Primer Templo. El atrevido británico y su equipo descendieron con ayuda de cuerdas a la gruta y empezaron a retirar las piedras que bloqueaban la entrada a una galería antiquísima. Desafortunadamente, uno de los celadores que estaba pasando la noche en el templo, oyó los ruidos de los trabajos de la expedición. Rastreo el desplazamiento del grupo hasta la Roca Sagrada, y horrorizado al descubrir extranjeros bajo el Sancta Sanctorum, corrió a la ciudad para avisar a la gente sobre la profanación que se estaba cometiendo. En menos de una hora, una multitud enfurecida por el rumor de que unos extranjeros estaban robando el Arca de la Alianza y la espada de Mahoma se concentró frente a los muros del Templo. El gentío estaba dispuesto a hacer pagar con la vida semejante delito aunque, por suerte, Parker y el resto de la expedición consiguieron escapar a Jerusalén y de allí al puerto de Jaifa, donde embarcaron precipitadamente. Parker no se trajo consigo ni una sola prueba que avalara la existencia de los tesoros de Salomón, pero sí demostró la existencia de túneles secretos bajo el templo. Una evidencia que podría confirmar que siglos atrás hubieran sido visitados por los templarios, quizás con más fortuna a la hora de arrebatar las codiciadas riquezas. Lógicamente, los monjes guerreros emplearon nueve largos años en excavar y buscar por los túneles, sin que nadie les importunase.

Randall Price publicó en 1993 en Messianic Times un artículo en el que afirmaba que los archivos rabínicos antiguos mencionan que el Arca fue sacada del Segundo Templo y escondida en un lugar secreto bajo el almacén de leña del Templo. El propio Price dice que "basándose en la descripción histórica de la situación del almacén de leña y del conocimiento actual de los pasillos subterráneos bajo el monte Moriah, se cree que hay un túnel que conduce a una cámara a unos cuarenta y ocho pies bajo la superficie, que se supone alberga el Arca". Una afirmación ésta perfectamente compatible con los hallazgos de Wyatt en sus excavaciones en 1979, en las que asegura encontró el Arca impregnada de la mismísima sangre derramada por Jesús durante la crucifixión. Sorprendentemente (o no) los trabajos arqueológicos de Wyatt fueron vetados por el Gobierno israelí antes de que culminasen. Lógicamente, de salir a la luz los descubrimientos de Wyatt, podría haberse demostrado que Jesús fue realmente el Mesías, el Hijo de Dios encarnado, cosa que los judíos no pueden admitir.
El Arca en las ruinas de Gilgal
El arqueólogo Vendyll Jones comunicó en 1994 a la agencia de prensa Reuters que conocía la situación exacta del Arca gracias a unas fotografías de alta resolución de Israel tomadas desde un satélite de la NASA. Las imágenes mostraban una explanada rectangular, rodeada por los restos de una muralla. Después de tres meses de excavaciones, Jones y sus colaboradores concluyeron que aquel yacimiento reproducía a escala el Templo de Salomón. Esta minirréplica se encuentra en Gilgal, la ciudad descrita en el Antiguo Testamento como el punto de partida para el ataque de Josué contra Jericó.
Jones declaró que la muralla exterior hacía las veces de pared ritual para el Tabernáculo, el lugar donde se supone se encontraba el Arca... o su réplica. En la actualidad, Jones trabaja en Qumran, realizando excavaciones en las llamadas Cuevas de la Columna y las Especias. Su interés por este sitio surgió a raiz de descifrarse una parte del Rollo de Cobre encontrado en 1952, que consiste en una lista de objetos del Sancta Sanctorum del Templo, indicándose hasta sesenta y dos lugares donde se ocultaron objetos litúrgicos tras la destrucción del Segundo Templo. Vendyl Jones dice que el Arca de la Alianza está en la relación y se halla en la ciudad de Gilgal, tal como reivindicó él en su día.

El Arca en Alemania

En su libro La copa esmeralda, un coronel médico norteamericano, Howard Buechner, narra que el Arca de la Alianza, junto con el tesoro de Salomón, llegó a Francia gracias a los visigodos y no a los templarios. Este escritor afirma que el año 70 d.C., como consecuencia de un levantamiento de los judíos, el general romano Tito redujo a escombros la ciudad de Jerusalén y el Templo de Salomón que reformara Herodes. Tras la destrucción, los romanos realizaron excavaciones para buscar el tesoro del templo, "peinando" también la zona de los establos. Pues bien: Buechner afirma que tuvieron éxito en sus trabajos y encontraron el Arca, así como otros tesoros de gran valor. Tras ello, Tito envió el botín a Roma y ordenó erigir en el Foro un monumento que conmemorara la victoria sobre Palestina. En uno de los relieves del Arco de Tito se ve todavía hoy a un grupo de soldados transportando un enorme candelabro de siete brazos, que bien pudiera ser el que acompañaba al Arca en tiempos de Moisés. A pesar de la gran erosión de las figuras, se puede observar que dos soldados llevan algo suspendido entre dos palos apoyados sobre sus hombros. Para el investigador inglés Michael Baigent (ver apartado sobre LA DINASTÍA MEROVINGIA) esa era el Arca. Según él, una vez en manos romanas pasaría de un emperador a otro hasta la cristianización del Imperio, cuando quizás iría a parar al Vaticano. Pues bien: en el año 410 d.C., el rey visigodo Alarico se tropezó con ese tesoro durante el tercer asalto a Roma, trasladándolo a Francia y escondiéndolo en el último reducto visigodo, al sur de Carcasona, en la provincia gala del Languedoc, cerca de los Pirineos. Según Buechner, los visigodos habrían escondido el tesoro en una gruta, donde sería olvidado. Pero en 1931, el historiador alemán Otto Rahn fue la Languedoc a buscar el Tesoro de salomón. Aunque no se sabe que encontró en esa primera vista, debió ser lo suficientemente relevante como para que Heinrich Himmler lo enviara de nuevo a realizar una exploración más a fondo en 1937, financiado por el partido nazi. Murió poco después y hubo que esperar hasta 1942 a que los nazis fueran derrotados en Rusia para llevar a cabo una misión que parecía imposible. Otto Skorzeny, jefe del comando que rescató a Mussolini, fue quien dirigió el nuevo intento. Tras elegir un equipo compuesto por escaladores y alpinistas de primera fila, estableció su cuartel general en Montsegur. En primer lugar organizó una avanzadilla para reconocer las montañas cercanas y la fortaleza cátara, descubriendo la ruta que éstos usaron para escapar del asedio católico en el siglo XIII. Se trataba de una pared vertical y lisa, imposible de escalar, pero accesible para descender, quizás con el tesoro a cuestas.
Lo cierto es que al pie de esta pared encontraron un sendero que conducía a las cumbres más elevadas y, finalmente, a una gruta con "algo" dentro. Era el día 15 de marzo de 1944, la víspera del setecientos aniversario de la caída de Montsegur. Se piensa que los expedicionarios trasladaron el Arca y el resto del tesoro a Alemania, donde seguiría oculto, quizás en las Cuevas de Externstein, cerca de Wewelsburg, donde estuvo el palacio de Himmler.
El Arca en el Vaticano
Otras fuentes afirman que cuando las tropas italianas desalojaron Eritrea, llevaban a Roma, como trofeo secreto, el Arca, conservándose desde entonces en el Vaticano, gracias a un favor del gobierno fascista de Mussolini.

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