Hace
tiempo ya me apercibí de que, merced al destino y al trabajo desarrollado en el
Tall∴,
podía tener la bendición de ser elevado por mis HH∴ para dirigir los
trabajos de la Log∴
desde el Trono de Salomón. Por ello pensé en tener el símbolo de la labor como
V∴ M∴ y me impuse la tarea de
buscar un mazo para desempeñar el arduo trabajo que me esperaría.
Deseaba
que el mismo, fuera algo fuerte y pesado, de tal modo, que cuando golpease con él,
dominaría la atención de todos. Busqué, recorrí, seguí buscando y seguí
recorriendo… ¿Cuántos árboles habrán en un bosque? Miles…? Millones…? Casi fue
ese número de mazos que examiné. Buscaba algo muy especial; recordé que hay una
madera que se denomina “Lignitita” muy conocida como “La Madera de Hierro”. Eso
es lo que necesito para gobernar y dirigir, me dije. Hasta llegué a comprar uno
que parecía ser lo que en verdad buscaba, pero al fin no resulto ser, sino un
buen trabajo de laqueado en un sencillo mallete de hierro.
Y me
encontré de pronto ante una puerta y sin saber cómo, empujado quizás, por la
invisible mano que me guiaba, sin yo saberlo, en el interior de un sitio que me
hizo pensar que estaba fuera de la zona del crepúsculo del tiempo. El local, si
así se lo puede llamar, era tan pequeño y tan obscuro que apenas si se
percibían nuestras siluetas.
Llegamos
al final de ese laberinto de gradas y ante nosotros se apareció un cuartucho en
el que habían miles y miles de cosas y podría jurar que ninguna era –al menos-
de mi época. Todas habían sido usadas una u otra vez; algunas sólo ayer, otras,
siglos atrás.
Y
allí estaba… un hombre, un viejo, diría un anciano que parecía ser tan antiguo
como los objetos que tenía en venta. Me dio la impresión de que él nunca
esperaba saber el precio que obtendría por su mercancía. Su plateado y escaso
cabello, las arrugas de su frente, que hablaban de la sabiduría e inteligencia
esparcida en todo su ser; sus labios, en un rictus afable y acostumbrados a las
buenas palabras; sus manos arrugadas pero firmes como ramas perennes de la
acacia inmortal, se alargaron y nos dieron la bienvenida.
Si palabras, sin preguntas, tan solo con ese
brillo de sus ojos, ojos que han visto la luz, que han dicho la verdad y que
han practicado la tolerancia. Esos ojos a la vez, me decían que le encantaba el
regateo por cualquier trasto, un “tira y afloja”, luego una sonrisa cómplice,
un apretón de manos y el trato ya estaba hecho.
Su
hijo le ayudaba. Tan joven, pero tan ajeno al tiempo como el reloj de pared que
sonaba pero carecía de manecillas. Quedé tan absorto con todo ellos que
necesite que mi esposa me volviera a la realidad, apretándome mi brazo.
Le
dije al anciano que buscaba un martillo, un mazo. Sentí entonces en mis
espaldas, un viento helado, como si viniera de los siglos de los siglos. Me
volví ante esa impresión, di unos pasos atrás, y quedé sorprendido al ver al
joven con una bandeja colmada de mazos, entre sus manos. No eran mazos
corrientes. Algunos eran de madera, otro de hierro, unos de plástico, otros de
hueso. Cada uno más hermoso que el otro. Yo ya no sabía cual escoger… todos
eran malletes Mass∴ y
así lo manifesté.
La
sonrisa huyó del rostro del anciano… su hijo me miró con benevolencia para mi
mayor incomodidad y azoramiento aun, el vetusto reloj de pared se detuvo.
Después de lo que me pareció el paso de mil siglos. El viejo me miró lanzándome
nuevamente una sonrisa como para decirme que él me ayudaría a seleccionar un
mazo.
Mi
esposa aflojó mi brazo. Sentí que sus uñas se habían clavado en mi piel,
traspasando mi chaqueta… el tonto reloj se puso a repicotear nuevamente; no me
imaginaba para que ya que carecía de manecillas para decir algo.
Hijo
mío, díjome el anciano mirándome con bondad, quieres ser un buen V∴ de tu Log∴, ¿Verdad? ¿Por qué
entonces, buscas un instrumento que podría falsear y torcer tu carácter? Tu no
pareces ser un hombre que exija obediencia estricta, si ésta acarreara el
deshonor para ti y tus HH∴
¿Por qué quieres un mazo de hierro?
El
mazo que vayas a usar, debe ser algo como tú mismo… Pareces ser un hombre de
paz, con un gran sentido de igualdad; que conoce el verdadero valor de los
hombres –Mass∴ y
profanos- y el intrínseco valor de las cosas. Te he mirado y me he formado una
idea de cómo te llevas tu, con tus semejantes.
Quieres
algo hecho de un material que recuerde que eres un hombre que ha conocido
tiempos difíciles, tiempos buenos, tiempos malos, tiempos fáciles, tiempos de
guerra, tiempos de paz, tiempos de triunfos y tiempos de fracasos, tiempos de
amor y tiempos de reposo. Tiempos de estudio y tiempos de enseñanza y que
cuando manejes el emblema de tu autoridad, te des cuenta del bien y del mal y
que si alguna vez has errado con él rectifiques tu conducta y te hagas más
bueno y más tolerante. Quieres algo así, ¿Verdad?
Mudo
y con un nudo en la garganta, asentí sin parpadear.
¡Oh Dios! Que mazo… Era tan feo como el pecado mismo.
Con nudos grandes y duros, sucio y desprovisto de majestad. Parecía el mazo de
Matusalén. Volví a la realidad y esbozando una sonrisa me dije: “Me está
tomando el pelo… Cómpralo y síguele el juego”. El viejo pareció comprender y
antes de que yo pudiera articular palabra alguna, me dijo pacientemente, como
reflexionando para sí mismo, me dice: “El hombre sigue siendo hombre, ¿Cuándo
llegará la hora de confiar el uno en el otro? Y ¿Cuándo le dará el beneficio de
la duda antes de golpearle?, mira ese reloj en el muro... tú no confías en él
porque no tiene manecillas, pero dime, ¿Por qué habría de tenerlas?
Ha
sido construido por el tiempo mismo, para decirte que el tiempo está
transcurriendo, que el tiempo pasa… escucha su Tic… escucha su Tac… es el pulso
del ser… es el sístole del dar… es la diástole del recibir…
No
importa si es mediodía aquí o medianoche allá… simplemente no importa. Se mueve
para los que viven y se detiene para los que mueren, pero sigue respirando para
quienes quieren escucharle… al paso de sus años.
El
anciano alargó su mano y su joven hijo puso en ella, una virutilla de acero.
Parecía que joven y viejo se comunicaban sin palabras. Sus arrugadas manos
comenzaron a raspar los siglos del vetusto mallete.
Al
cabo de algunos minutos, que parecieron interminables, tenía ante mí, uno de
los más hermosos malletes que jamás haya visto. Era nudoso y estaba hecho de
una blanca madera de Olivo, de aquel Olivo de la Paz.
Con
la sensación del Olivo y la Paz en tus manos y no con el peso del duro acero,
para imponer tu voluntad a los otros, especialmente a los HH∴ de tu arte.
Sobrecogido
y con lágrimas en los ojos, contemple al anciano.
El
ya no sonreía; lucía cansado, pero hondamente satisfecho.
Abrí
mi boca y me atreví a balbucear cuanto pedía que yo pagase por ese mallete, por
mi mallete. Puso su vetusta y arrugada mano sobre mi hombro y me dijo: “Hijo
querido, Hermano mío, jamás tendrás el dinero suficiente para poder comprar
este mallete. Tenlo para ti. Sólo asegúrame que lo usarás con sabiduría y
rectitud. Llévalo contigo y recuerda siempre este momento… Su joven hijo sonrió
por primera vez, como para asegurarme de que estaba bien que me lleve conmigo
el mallete de buena fe… Hasta hoy, no recuerdo como salí de ese lugar, ni como
bajé esa escalera de caracol… pero sí recuerdo que me vi en la calle, entre la
maraña de gente, con el mallete apretado entre mis manos muy junto a mi corazón
y caminé y seguí caminando buscando la huella para retornar a mi hogar.
¿Qué haré yo por mi Log∴ que me puso aquí?
¿Qué
haré yo por mis HH∴que
me dan el calor que necesito?
¿Qué
haré por mi Ord∴
que tan generosamente me cobija?
Y
quiero hacer y quiero Ser:
El V∴ M∴ Laborioso para este mi
justo Tall∴
El V∴ M∴ Honesto para esta mi
Aug∴
Ord∴
El V∴ M∴ Sabio para este… mi
“VIEJO MALLETE”
Q.·. H.·. P.·. V.·. M.·.
Federico G. Calero Daheza
V.·. de La Paz, Enero 17,
1985 de la e.·. v.·.
1Vig.·. Resp.·. Log.·.
Osiris No. 14
V.·. Cochabamba
No hay comentarios:
Publicar un comentario
LA RESPETABLE LOGIA SIMBOLICA RENOVACIÓN 61 AGRADECE TUS COMENTARIOS.